Hace un año yo me llevaba las manos a la cabeza cuando leía que todo el mundo fregaba todo lo que entraba en su casa con lejía, incluso las cajas de cereales del niño, no fuese a llevar coronavirus. Me planteaba si a lo mejor yo era una mala microbióloga, pero no me podía creer que el virus aguantase tanto por ahí como algunos estaban diciendo. Quizá es que casi no se hablaba de los aerosoles y su importancia en la transmisión de virus, pero en mi cabeza eso sonaba.
Vale que yo limpio de base de otra forma, porque veo los microbichos que hay y me pienso las cosas dos veces. Porque a lo largo de mi vida he tenido que buscar un equilibrio entre todos los bichos que hay por ahí y un “lo que no mata engorda”. Porque si los quieres eliminar todos, no vives.
Pero yo nunca fregué con lejía la caja de los crispis. Primero porque en mi casa no entraba de eso. Y segundo porque si había bicho, ya se moriría entre que yo compraba la caja y que la tocaba en casa. Pero eso era una opinión impopular, igual que ahora lo es que yo siga pensando que usamos las mascarillas mal. Las usamos mal cuando las usamos en un prado y nos la quitamos en el interior de un bar. Las usamos mal cuando creemos que son un escudo que nos protege de todo lo malo, y nos olvidamos de otras medidas que, a veces, pasan por fregar los crispis.
No sabemos nada
Estaba leyendo una revisión sobre la transmisión de virus que provocan enfermedades respiratorias. Ahora estoy casi peor que antes, porque estoy todavía más convencida de que no sabemos nada. No sabemos cómo se transmiten algunos virus que llevan décadas con nosotros, como para saber bien cómo se transmite el coronavirus.
Y es que hasta de los otros coronavirus tenemos dudas, porque al final parece que el problema es que queremos ver todo blanco o negro y afirmar algo rotundamente, y en esto mu galleguitud me da ventajas: todo depende. Y más si hablamos de aerosoles y virus.
Para poder evaluar la transmisión que hay en una población usamos ese famoso R0, que ahora en España se nos ha olvidado porque parece que ya solo hay que mirar la incidencia acumulada a 14 días, pero que sigue ahí. Con ese valor podemos saber cual es la capacidad de un virus para transmitirse en función de la vida. Cada virus tendrá un valor de base que nosotros podemos modificar. Si el R0 del coronavirus fuese 3 (todavía no nos hemos puesto de acuerdo), eso querría decir que con nuestra vida normal, la de hace año y pico, cada persona con virus contagiaría de media a otras tres. Para acabar con la pandemia tenemos que hacer que sea menos de 1, y eso lo hacemos forzando medidas desde los gobiernos, y evitando los contagios individualmente. Pero para eso tendríamos que saber cómo se contagia el virus, y todavía no estamos seguros.
El dudoso papel de los aerosoles
Por extraño que pueda parecer a algunos, el papel de los aerosoles en la transmisión de virus todavía está en duda. Pero está en duda principalmente porque nos perdemos en las ramas de los tecnicismos, y porque tenemos que dar un tamaño a los aerosoles. La realidad es que lo que está en duda es hasta qué punto es relevante el contagio por partículas en suspensión pasado un tiempo X, entre otras cosas porque es difícil separar eso de cualquier otro factor. Para saber que eso ocurre nos hace falta aislar virus infectivos de aerosoles, que en ningún momento hayan pasado por ninguna otra fase, y eso es complicado.
Esto no quiere decir que no haya indicios más que suficientes como para tomar medidas. Porque lo que no podemos hacer es quedarnos con la idea de que sólo nos podemos contagiar de otra persona que emita una partícula de más de 5 micras a menos de dos metros de nosotros. ¿Y si es de 4.5 micras? ¿Y si son 2.1 metros? Por eso todo depende, y los tecnicismos hay que dejarlos de lado.
Pero si nos contagiamos en una habitación en la que estamos solos, tampoco quiere decir que sea por los virus en aerosoles que otro dejó en suspensión, incluso aunque no hayamos tocado nada. Porque el simple hecho de mover el aire puede ser suficiente.
El contagio cercano
Por todos esos depende me ha gustado mucho la división presentada en la revisión, en la que se divide el contagio en cercano o lejano. Desde luego el cercano es el más fácil de controlar, pero no podemos olvidarnos del lejano. Voy a hacer un repaso de los puntos que se destacan en ambos y también sobre cómo prevenirlos. Recordemos que esto no va de coronavirus, va de enfermedades respiratorias en general.
El contagio cercano ocurre por gotitas, por fómites o por contacto directo. Esas gotitas, si es realmente cercano, serán en muchos casos más grandes que los “aerosoles” (elegid el tamaño que más os guste para definirlos). Las gotitas más grandes se controlan muy bien con una mascarilla, y los aerosoles se limitan si esa mascarilla está bien ajustada tanto en el emisor como en el receptor. Pese a ello, sigue siendo importante una buena ventilación para que se dispersen.
El contacto directo implica que tocamos a un contagiado, y por fómites nos contagiamos cuando tocamos algo contagiado. En ambos casos tocar no llega, nos tenemos que llevar el bicho a las vías respiratorias. Por eso en ambos casos lo más importante es lavarse frecuentemente las manos con agua y jabón, y lo de limpiar las superficies viene después.
El contagio lejano
Este ha sido más susceptible de generar teorías locas. Porque aquí está el contagio por fómites que ha dejado alguien que no está con nosotros, por ejemplo, en el paquete de crispis en el supermercado. También están los aerosoles de terceros, e incluso las gotitas que se convierten en aerosoles con el aire seco.
Hace un año se ponía mucho esfuerzo en este tipo de contagio, pero solo en la parte que afecta a las superficies. Se empezó a desinfectar calles, la compra, los zapatos… se prestó mucha atención a los fómites dejados por otros creyendo que el virus aguantaba un montón, pero la realidad es que esa vía se sabe que no es ni mucho menos la más relevante. En cambio, la otra vía de contagio lejano… esa la ignoramos. Ahora insistimos más en la ventilación, y hablamos de los aerosoles, pero creo que todavía falta un paso más, falta que entendamos que los aerosoles no son solo un problema de contagio cercano, que es como se actúa.
El aerosol lejano que pasaba por allí y traía virus
Cuando hablamos del uso de mascarillas y ventilación para evitar el contagio por aerosoles, algo nos falla en cómo lo explicamos. Porque en una habitación en la que hay aerosoles, están ahí, no aparecen por arte de magia si viene otra persona.
Con esto quiero decir que, por mucho que no haya otra persona en vuestra oficina, si se va a atender a alguien dentro de dos horas, os tenéis que poner mascarilla y/o ventilar. Y lo mismo en casa. Y como creo que todos sois conscientes de lo absurdo de estar solo en casa con una mascarilla puesta, entonces podréis entender que lo importante es ventilar y renovar totalmente el aire de la habitación antes de que entren más personas.
Recordad que nunca estáis solos, estáis con los virus de la persona que ha estado antes en el mismo sitio. Y antes puede ser mucho tiempo antes. La forma de evitarlo es ventilar. Y por supuesto, hacer actividades al aire libre cuando sea posible. Y sí, filtros cuando no haya otra opción. Pero si en una tienda se ponen la mascarilla solo cuando entra el cliente, eso muestra que les preocupa lo que lleve el cliente, y no lo que ellos puedan contagiar.
Entonces ¿los crispis?
Pese a que haya que repetir más eso de ventilar incluso cuando uno está solo, cada virus es un mundo. Y los aerosoles también. Es una vía más, y hay que tenerla en cuenta. Peros sigue habiendo virus que aguantan muy bien en superficies. Pero yo sigo pensando que limpiar la caja de cartón es una exageración y que es necesario buscar un equilibrio. Hay que lavar la fruta y las verduras, hay que asegurarse de que la carne haya sido cortada con manos y material limpio. Hay que evitar que nuestros alimentos se contaminen con virus y bacterias, pero no hay que esterilizar toda la casa.
No podemos vivir pegados a una máscara con respirador y protector ocular pensando que quizá entre un aerosol de una tos del vecino de abajo, ¿verdad? Pues de la misma razón tenemos que ser conscientes del resto de peligros y actuar en consecuencia, eliminando los puntos con riesgo mayor y aprendiendo a vivir con el resto. Ante todo, lo que no podemos hacer es poner en riesgo nuestra vida por intentar evitar de forma extrema un virus, más allá de las medidas que sí son razonables.
¿Y qué hago?
Así que cuando podáis invitar a alguien a tomar un café a casa, ventilad antes para eliminar vuestros virus de los aerosoles, ventilad durante para que no se acumulen y ventilad después. Si tenéis balcón, aprovechad el sol. Y os quitáis la mascarilla lo necesario, y no le escupís en la cara a vuestros amigos cuando os la quitáis. Y así sí se puede tener una vida decente. Pero como sé que no queréis fumigar a vuestros amigos en virucida, tampoco pidáis que os lo hagan en un bar para poder estar en un sitio cerrado sin ventilar, porque no habrá servido de nada., porque habrá aerosoles, habrá virus, y os podréis contagiar.
Es mejor un poco de todo con cabeza y con calma que una única medida y creer que da superpoderes, porque en eso los microbichos son más listos. Así que menos creer en la magia de las mascarillas y en los productos milagro y más dejar que corra el aire. Y si queréis leer la revisión que comentaba, que es muy interesante, la podéis encontrar aquí.
Por mi parte eso es todo por hoy. El tiempo para leer y comentar ciencia no sale de debajo de las piedras, ni yo me alimento de aerosoles, así que si queréis ayudarme podéis hacerlo invitándome a un café:
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