Este verano me he encontrado en varias ocasiones con afirmaciones que me han resultado preocupantes sobre las frutas transgénicas. Concretamente, he escuchado llamar transgénica a una fruta que no lo es, que es híbrida, normalmente acompañado de un montón de calificativos que además hacen pensar que dichas frutas son peligrosas por ello. Eso me motivó a escribir recordando qué es una planta transgénica, lo bueno y lo malo y, especialmente, qué plantas no lo son. No nos dejemos influenciar por esta corriente de que solo hay que consumir “lo natural”, porque con lo natural quizá nos muriésemos de hambre.
Qué es una planta transgénica… y que no
Podemos denominar una planta como transgénica si se le ha añadido un gen externo de forma artificial. Esto se puede hacer de varias formas y, aunque ahora lo fácil y rápido es hacerlo con alguna técnica de biología molecular, los primeros transgénicos se crearon de una forma más rudimentaria… y que se sigue utilizando en muchos casos para añadir cambios.
La diferencia fundamental es que con las técnicas “modernas” (modernas de hace ya unas décadas) son mucho más dirigidas y permiten un control mucho más detallado, mientras que con las previas todo se basaba en el ensayo y error, pero ser, son igual de artificiales. Con ambas obtendríamos un organismo transgénico, que tiene una secuencia de ADN que no le pertenecía.
De forma paralela hemos desarrollado organismos genéticamente modificados que no son transgénicos, porque se produce un cambio artificialmente, pero ese cambio no implica introducir un gen externo. Son recientes aquellos en los que ese cambio, esa mutación, va dirigida. Por otra parte, hace ya muchas décadas que esto se hace en modo matar moscas a cañonazos: antes de saber cómo dirigirlo se utilizaban sustancias mutagénicas y se seleccionaban aquellos cambios que interesaban, basándose exclusivamente en las características de la planta y sin analizar su ADN. Esos son modificados, pero no son transgénicos.
Por último, tenemos plantas híbridas, que surgen del cruce de dos plantas “naturales” y cuya descendencia no produce semillas. En este grupo caen aquellas que yo escuchaba que eran “transgénicas”, pese a que se crearon por simple cruce.
¿Qué es natural?
La realidad es que si lo que queremos es comer frutas y verduras “naturales”, pues vamos por mal camino. En la actualidad, todos nuestros cultivos han sido seleccionados. Pero no es fruto de las malignas biotecnológicas, son producto de años y años de selección artificial. Los agricultores, desde el día que se empezó a cultivar, han seleccionado las semillas de las plantas que daban frutas más grandes, o aquellas que aguantaban las heladas, o aquellas que se estropeaban menos, o lo que fuese. Se trata de un proceso continuo, y que según hemos sabido más sobre las plantas, hemos ido acelerando. Ni siquiera nos tenemos que ir miles de años atrás: si analizáis las frutas de cualquier bodegón pintado hace 400 años veréis que esas frutas y verduras parecen poco apetecibles.
Por suerte, con esa selección artificial, le hemos dado un empujoncito a la producción, y así hemos conseguido frutas mucho más dulces, más grandes y más ricas. También vegetales con más “carne”. Porque mediante selección natural se habrían seleccionado las plantas mejores desde la perspectiva de las plantas… no de los humanos. Y como nosotros hemos ido seleccionando cosas diferentes en diferentes sitios, eso nos ha llevado a tener diferentes variedades que, históricamente, estaban adaptadas al clima y los gustos de esa región.
Las clementinas son como las mulas, híbridas
Así llegamos a las clementinas, que no, no son mandarinas transgénicas. Las clementinas son híbridos, que surgen del cruce entre las naranjas y las mandarinas. ¿Pudo esto ocurrir de forma natural? Sin duda, pero al no generar semillas, tenían poco recorrido sin la mano humana. Pero en el siglo XIX, un monje descubrió las clementinas. Se llamaba Clément, y de ahí su nombre. Y esto ocurrió en Argelia, por cierto. Poco a poco se fueron extendiendo por el mundo, por su sabor particular y por la comodidad de que no tengan semillas (pepitas) que las hace mucho más atractivas para dárselas a los niños.
Curiosamente, las clementinas pueden recuperar su capacidad para reproducirse si se vuelven a cruzar con otro cítrico. Nadie lo hace porque se ve que las plantas resultantes ya no son tan atractivas, pero es un problema para muchos de los que las cultivan… si hay abejas en la zona, llevan el polen de otros cítricos a las flores de las clementinas y así recuperan sus semillas. Una forma muy curiosa de desatar una guerra con los apicultores (y ocurre).
Las sandías son híbridas… pero con matices
Otro caso, que de forma todavía más frecuente se dice que es transgénica, es la sandía sin pepitas. Ya sabéis, esa que tiene un color verde claro y no tiene pepitas negras, aunque sí tiene algo que intenta parecerse a pepitas y que a simple vista se ve que tendría poco éxito reproductivo.
Las sandías sin pepitas se crearon en Japón en 1939. Son el producto del cruce de dos plantas de sandías con un número de cromosomas diferente. Lo normal, como he contado en otras ocasiones, es tener 2n, pero mediante mutagénesis se pueden obtener plantas con 4n. Si se cruzan ambas, se obtienen plantas con 3n, y ese híbrido es estéril e incapaz de generar semillas. Por eso las sandías sin semillas son híbridos, pero en este caso sí tenemos que reconocer que además de la selección facilitada, los humanos dimos un empujoncito más, generando esas plantas 4n, cosa que se hace exponiendo las plantas a mutagénicos, en este caso a colchicina. Este proceso es muy común desde hace décadas, y la colchicina, por cierto, se obtiene de otra planta. Por lo tanto no es transgénica, es también híbrida y poco más.
¿Pero los transgénicos no son estériles?
No necesariamente. Una semilla transgénica puede dar lugar a una planta que pueda seguir reproduciéndose sin ningún problema, pero lo que no podemos asegurar es que su descendencia vaya a tener las mismas características que las plantas originales. Una semilla transgénica puede ser estéril sin ser híbrida, si se altera su capacidad para reproducirse, y un organismo modificado (pero no transgénico) también puede ser estéril. En la actualidad, hay semillas modificadas (transgénicas o no) que son estériles y que permiten asegurar que no hibridan con otros cultivos y no se propagan donde no han sido sembradas, pero también hay semillas modificadas que no son estériles, cuya descendencia seguirá generando más plantas y mantendrán sus características siempre que no existan cruces con otras plantas.
Esto nos lleva al otro debate, sobre el negocio de las semillas, que poco tiene que ver con si son modificadas, transgénicas, seleccionadas por mutagénesis o seleccionadas de la forma más tradicional. Y es que mientras unos mantienen que las empresas te fuerzan a comprar semillas, otros piden que sean estériles para asegurar que no se propagan fuera del lugar. Y aunque no es el debate que toca en esta entrada, hay que recordar que hay transgénicos orientados a resistir un insecticida, pero también hay transgénicos que han salvado especies de plagas o que permiten utilizar menos agua en el cultivo. No se debe sobre simplificar.
Concluyendo…
Las clementinas no son transgénicas, ni tampoco lo son las sandías sin semillas. Ambas son productos del cruce de dos plantas, son híbridos que no generan semillas. En el caso de las clementinas surgen de un cruce que podría haberse hecho siglos antes, aunque quizá con las naranjas de la época habría salido aquello excesivamente ácido. En el caso de la sandía, sí es necesario tratar uno de los “padres” previamente, pero el producto sigue siendo el de un cruce y no implica la modificación ni mucho menos la introducción de un gen externo.
Si habéis llegado hasta aquí… eso de tratar la sandía con colchicina para que sea 4n… ¿No os suena la colchicina de algo? Efectivamente, fue uno de los compuestos que en su momento se propuso como posible tratamiento contra el Covid. Ahí no cuajó, pero se usa para otras enfermedades. De las sandías a salvar vidas, quien lo iba a decir.
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