Hoy vengo a este blog con tema personal, para contar la experiencia de la tercera dosis recibida, un poco por la curiosidad de lo vivido, algo diferente a lo que habían sido las dos dosis anteriores. Y es que bueno, parece que voy a acabar siendo un saco de anticuerpos mire como se mire. Vamos a recapitular un poco qué ocurrió antes y lo que me llevó a esta tercera dosis, qué ocurrió con la reserva, con la vacunación, y qué es lo que está por venir.
Yo ya tenía dos dosis
Cualquier lector habitual de este blog ya sabía que yo estaba participando en el ensayo clínico de Curevac y tenía dos pinchazos en el cuerpo. Mis reacciones fueron un poco complejas, las narré en su momento para la primera dosis y la segunda dosis. Desde entonces me han tomado una muestra de sangre, pero no me habían dicho más.
Yo cubría religiosamente mi cuaderno diciendo que no tenía síntomas, y en todo este tiempo he recibido dos llamadas para ver que todo siguiese bien. En la última, hace poco más de dos semanas, pregunté qué hacer ante la inminente apertura de mi rango de edad para la vacunación. Me dijeron que cuando tuviese cita llamase y veíamos qué hacer.
La apertura del ciego y la reserva
El día 1 de julio se abrió la reserva para mi grupo de edad, así que yo llamé a ver qué hacía. Fue un primer intento fallido, ya que todavía no tenía cita. Eso me llevó a un bucle de varias horas con la app de la Comunidad de Madrid, intentando entrar en el sistema de autocita que no me enviaba el sms que necesitaba para poder reservar. Pasadas unas 12 horas, y tras quizá unos 40 mensajes, conseguí reservar. No sabía qué iba a ocurrir en medio así que reservé para el lunes 5 a la mañana. Dado que ya era por la noche, esperé a la mañana siguiente para llamar otra vez.
El viernes 2 llamé para romper el ciego. Me dijeron que me apuntaban y que me llamarían. Efectivamente, al cabo de una media hora, me confirmaron lo que yo ya suponía, que me había tocado vacuna. Me dijeron que si optaba por vacunarme, que simplemente les informase y que pretendían seguir haciendo seguimiento. Y así fue como pasé de ser una persona que había reservado su primera dosis a una que iba a recibir la tercera.
La cola de la vacunación
Había reservado en el centro de salud más cercano. Decía el mensaje que no se fuese más de 15 minutos antes, así que justo 15 minutos antes llegábamos a la puerta. Ah, y a la cola. Porque menuda cola… En total fueron unos 35 minutos de cola al sol. Los primeros 30 minutos nos desplazamos muy poco y en los 5 siguientes muy rápido, por lo que entendíamos que habíamos pillado mal momento.
Al entrar en el recinto, había mucha gente en una sala demasiado pequeña y con poca ventilación. Allí escaneaban código QR y te imprimían el papel de la vacuna que te iban a poner con el lote y fecha y eso. Te asignaban una cabina, que estaban en la misma sala, y allí esperabas esquivando gente del pasillo hasta que quedase libre tu cabina.
Al sentarme se me preguntó si mis datos estaban bien en el papel y en cuanto dije que sí tenía una aguja en el brazo. Ni limpiar el brazo, ni avisar, ni nada. “Pon el dedo aquí y vete a la siguiente sala que hay unos vídeos por si tienes efectos secundarios, cuando pasen 10 o 15 minutos te puedes ir”. Puse el dedo para aguantar la gasa, que ya podían poner un poco de esparadrapo o algo, y a la sala. Al ver el panorama, decidimos acortar el tiempo todo lo posible y salir a la calle. Mucha gente, todos hablando, nadie hacía ni caso a los vídeos, no se oían, no había ventilación. Pronto nos fuimos para casa, porque total, yo en esto de vacunarme ya soy veterana…
El día después
Yo soy muy de pasar de posibles efectos adversos, pero dado lo que había ocurrido con las anteriores, reconozco que estaba un poco tensa. No es que tuviese miedo, lo que tenía más bien era resignación. Tenía asumido que pasadas las primeras 10 horas empezaría a subirme la fiebre, y tendría 24 horas duras.
Pasadas las primeras 10 horas… empezó a subir la fiebre. Pero solo empezó, y no siguió. Subí a 37, que es un grado más de lo que suelo tener en esas condiciones, pero ahí me quedé. Sin malestar ni nada. Un poco de molestia en el brazo al levantarlo y ya. Y aunque revisé varias veces la evolución, simplemente me quedé ahí.
A la mañana siguiente las décimas habían bajado y mi temperatura volvía a ser la de muerta habitual, aunque la molestia en el brazo se quedó unas horas más conmigo. Y eso ha sido todo. Aprovecho para aclarar que no es que esté loca y viva pegada a un termómetro, es que en el ensayo nos piden muchas medidas, lo que ha hecho que con el paso del tiempo tenga muy controlado qué es lo normal y qué es un par de décimas más de lo esperado, aunque no note ni un poco de febrícula.
Camino de la cuarta dosis
Como Curevac no ha sido aprobada (aunque puede que lo sea para un rango de edad que me incluiría), y yo no tenía ningún test de anticuerpos registrado… pues de perdidos al río, para tener pauta completa y certificado necesito otra dosis.
Si hubiese tenido mucha reacción me habría dado un poco de mal rollo y habría intentado que me convalidasen las dos de Curevac a cambio de una de Pfizer, pero viendo la ausencia de problemas, pues que me pongan lo que quieran. La cuarta (y espero que última) dosis me toca, en teoría, el 26 de julio, aunque ya se sabe que esto es un poco irregular.
Aunque no me he salido del ensayo de Curevac y sí he informado de mi vacunación, no tengo claro qué es lo que haré a partir de ahora. Carezco de información suficiente sobre el seguimiento que pretenden hacer, y tengo la posibilidad de salirme. Lo que sé ahora es que en los últimos meses he estado con un 50% de protección y he ayudado a esa investigación por lo que, sin duda, ha valido la pena.
Si has seguido mi historia y quieres invitarme a un café con hielo para la próxima cola de vacunación, puedes hacerlo aquí:
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