Y la segunda parte del viaje…

… y ayer llegué a USA.

Unas horas después de escribir mi post, aterrizábamos en Dallas. Ahí estaba yo saliendo del avión, y siguiendo las flechitas para pasar el control. Primero me tocó esperar una gran cola. El tipo que me iba a tocar parecía majo. Delante iba una señora cubana, y el señor le hablaba perfecto español y sonreía. Eso hasta que llegué yo, miró mi pasaporte, todos mis papeles, me tomó las huellas, la foto, y me dijo que lo acompañase a una salita. Ahí me tuvieron esperando. Yo ya me temía lo peor… Entonces vino otro señor y me empezó a hacer preguntas. Que si había solicitado alguna vez una visa. Que a qué me dedicaba. Que por qué venía tanto tiempo. Etc. Etc. Me sonríe, me pone el puto sello de mierda, y un “welcome”. Su puta madre.

Salgo. Paso el último control en el que declaro que no llevo alcohol ni elementos bioterroristas en mi maleta de mano. Recojo mi maleta facturada y me busco la vida para llegar al shuttle que me llevaba a mi hotel.

Media hora más tarde me encontraba en mi hotel… estaba muerta, pero sólo eran las 5 y media hora local. Sobreviví un rato a base de la wifi que había pagado. Aproveché para hablar un rato con Nacho, intentando levantarnos el ánimo mutuamente. Y con esas a las 7 y pico para cama. Estaba muerta, me dolía el estómago (ya sabía yo que esa comida no era buena) y la cabeza, mucho. Me costó un montón dormirme, y eso que tenía mucho sueño.

A las 2 de la mañana me desperté. Esperaba que ya fuese de día, pero no. Di un par de vueltas por la habitación, me asomé a la ventana. Estaba lloviendo y hacía mucho viento… Me volví para cama y me dormí otras dos horas. Pero a las cuatro y media me volví a despertar. Intenté dormirme otra vez pero era inútil, y a las 5 y algo me levanté.

Lo bueno de levantarme tan pronto fue poder hablar un rato con Nacho. Era la única forma de animarme para aguantar el día.

Después recogí todo y me fui al aeropuerto. Una vez facturada la maleta y pasado el control, me fui a la puerta de embarque, y empezó la agonía. El avión tenía que salir a las 10.

A las 10 ponen que a y cuarto. A y cuarto que a y media. A y media que a las 11. Y así sucesivamente hasta la una y cuarto, que embarcamos. El avión era lo que podemos definir como lata de sardinas. Unos 50 asientos, dos en un lado y uno al otro lado del pasillo. Despegamos y claramente nos dejamos llevar por el viento, hasta llegar a Corpus Christi. Aterrizamos a las 3, teníamos que haber llegado a las 11 y cuarto.

En ese momento me alegro, porque supuestamente el avión del que me tenía que recoger llegaba a las 3 y media. Pero son las cinco y media, y todavía no ha ni despegado.

Y lo peor es que son las cinco y media, pero yo a las 9 tengo que dar mi charla. En España serán las cuatro. Casi no he comido nada hoy (en total: un café, una cookie y un sandwich) y ya tengo muchísimo sueño. Aunque me mantendré despierta, sólo por los nervios que tengo encima.

Al menos tengo wifi. Bendito internet, no sé que haría si no pudiese comunicarme… hay cosas que necesito demasiado, tanto que nunca creí que fuese a tener problemas para vivir sin ellas. Es tan difícil… Al menos este viaje me está ayudando a tener bien claro que es lo que realmente me importa y por qué cosas tengo que luchar.

A veces pienso que debería haberle dicho a mi jefe que no, que no quería la estancia. Pero entonces pienso en la última vez que quise decirle a mi jefe que no, pero dije que sí. Fue hace año y algo, yo estaba en Grenoble, y el me envió un mail para que pidiese plaza en un curso. ¿Una mierda de curso en Madrid? Yo paso… Pero al final decidí ir. Ahora me arrepentiría mucho si no hubiese cedido. ¿Quién sabe qué pasará ahora? No va a ser lo mismo, eso ya lo tengo, pero puede ser cualquier otra cosa importante. Por eso vale la pena, y por eso tengo que fiarme de las decisiones de mi jefe. No debería olvidar cuanto tengo que agradecerle que me enviase a ese curso en Madrid…


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