Vitamina D tomando el sol: evita acabar en el hospital

La vitamina D la conseguimos gracias al sol. La generamos con ayuda de sus rayos, aunque también podemos conseguirla de algunos alimentos o con suplementos. Pero en general, si no hay suplementos, la fuente principal es el sol. Con una exposición corta cada día llega, pero es una exposición necesaria. Últimamente se ha comentado mucho que la vitamina D puede tener una relación con la COVID-19, así que vamos a ver qué dice uno de los artículos que he encontrado sobre el tema.

Este artículo ha sido recientemente publicado en Journal of Medical Virology.

La vitamina D y la COVID-19 ¿Por qué podría tener conexión?

La vitamina D tiene muchas funciones en nuestro cuerpo, pero una de las fundamentales es la relacionada con el sistema inmunitario, tanto el innato como el adaptativo. Cuando los niveles de vitamina D son más bajos de lo que deberían, las inflamaciones y las respuestas antimicrobianas se descontrolan. Por eso, por ejemplo, se suele suplementar con vitamina D a las personas con psoriasis, y por eso la vitamina D está presente en muchas cremas para tratar eczemas. Pero medir sus niveles es muy sencillo, y suplementar también: sea recomendando una mayor exposición al sol o con un suplemento vitamínico (cuya dosis debe estar regulada siempre por un médico). Si el nivel de vitamina D tiene un papel en la evolución de la COVID-19, sería un problema con fácil solución.

El análisis de los datos

En este trabajo se recopilaron datos de trabajos previos para analizarlos. Es eso que ya he descrito otras veces como meta análisis. Tras analizar toda la literatura existente, se seleccionaron siete artículos con ocho sets de datos. Las personas que se analizaron tenían una edad media de unos 64 años, había unos pocos más hombres que mujeres, pero en cualquier caso la evolución de la enfermedad no correlacionaba ni con la edad ni con el sexo. Tampoco existían demasiadas comorbilidades (otras enfermedades presentes), aunque sí destacaba la hipertensión (que, por otra parte, es la más común de las que se registran).

¿Y los niveles de vitamina D?

Aunque los resultados eran muy heterogéneos, entre los 1368 participantes había diferencias significativas en los niveles de vitamina D. Lo primero que destacaba era la diferencia por origen, ya que los americanos tenían niveles de vitamina D significativamente más altos que los europeos (luego volveremos a ésto).

En base a la prognosis, al avance de la enfermedad, aquellos que presentaban peor prognosis tenían niveles significativamente más bajos, una diferencia también muy clara entre los que morían y los que sobrevivían.

Dado que el análisis se hizo en muestras de varios meses, destaca que las muestras de abril tenían niveles más bajos de vitamina D que las de meses posteriores.

¿Qué podemos concluir?

Lo primero, que correlación no implica causalidad, pero la correlación hay que tenerla en cuenta. Aunque hay otros muchos factores que podrían provocar estas diferencias, se puede decir que hay indicios de que los niveles de vitamina D bajos pueden llevar a una mala prognosis, por lo que mantener los niveles en un rango normal puede evitar que la enfermedad sea más grave.

Esto tiene su base, porque se sabe que la vitamina D promueve la expresión de proteínas que ayudarían a destruir la membrana del virus y a la respuesta inflamatoria. Además, podemos relacionarlo con el hecho de que las vías que regula la vitamina D son similares a las que se alteran con la vacuna BCG, que en algunos países se ha visto que parece evitar que la enfermedad evolucione mal.

Respecto a los niveles que se encontraron, que en abril sean más bajos es esperable, ya que en el hemisferio norte todavía no hacía tan buen tiempo y además muchos estábamos confinados. Aunque en el artículo consideran que los mayores niveles en americanos es por su cultura de aprecio al sol y al bronceado, yo añadiría que también puede deberse a su cultura de tomar suplementos vitamínicos. A un nivel de exposición al sol similar, es probable que muchos europeos consumamos más vitamina D en la dieta, pero ellos nos ganan en suplementos seguro.

¿Cuánta es suficiente?

A día de hoy todavía no existe consenso sobre cuales son los niveles de vitamina D más “sanos”. Pero incluso tomando los valores más bajos como referencia, se sabe que en muchas partes del mundo la población no llega a esos niveles mínimos. La exposición al sol debe ser constante (no vale achicharrarse un día), y muchos no pasamos esos 15 minutos diarios al sol. Nuestra alimentación a veces más que ayudar, lo empeora.

Dada la posible implicación y dado que la suplementación (en caso necesario) es algo barato y sencillo, no es descartable asegurar unos niveles buenos en la población para que la enfermedad no evolucione mal. Un exceso de vitamina D podría llegar a ser peligroso, por eso la suplementación debe ser siempre con control médico, pero una exposición de 15 minutos diarios al sol no tiene efectos secundarios.

Si además sumamos la necesidad de mantener una vida con un mínimo de actividad física, podemos concluir que salir a caminar quince minutos diarios bajo el sol evitando las horas centrales del día, además de ser algo sano en general, podría incluso protegernos de una mala prognosis si nos contagiamos en el futuro. La mejor forma de prevenir la gravedad de la enfermedad es estar sanos.


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