Síndromes académicos: III- El estudiante de master

Ahora hablamos de palabras mayores. Cuando uno llega a su master, las cosas cambian. Porque cuando era un estudiante interno era casi el friegaplatos del laboratorio, pero ahora está haciendo un master. Y eso es otra cosa.

El estudiante de master que sufre de este síndrome suele caracterizarse por ser lo que comúnmente conocemos como rayante. Desde el día que empieza a trabajar en su proyecto de master, eso ocupa todas las conversaciones.

El estudiante de master suele creer que tiene el conocimiento absoluto. Además, ahora se cree un ser superior, porque puede putear a los estudiantes internos, alumnos de prácticas, etc. Nunca reconocerá el poder de los estudiantes de tesis, y verá a los postdocs como extraterrestres.

Cuando se empieza el master, por alguna razón, se tiene tendencia a caer en este síndrome, normalmente forzado por el supervisor. Un estudiante de master es una persona en la que alguien (normalmente un estudiante de tesis o un postdoc) va a invertir mucho tiempo, y el grupo va a invertir bastante dinero. Aquí ya se tiene un proyecto propio, y los proyectos cuestan. El estudiante, piense lo que piense, no tiene ni idea de lo que está haciendo, así que su supervisor tiene que estar todo el día encima… pero sin que se note.

Sin que se note por una cuestión fundamental: es una inversión. La idea final es que, si parece un buen partido, es fundamental mantenerlo engañado: tiene que creer que controla mucho, y tiene que ver la parte divertida. Es muy importante el tema del agobio: no debe pasar demasiadas horas, y no se le dará un proyecto que puedan pisarle. Debe pensar que el grupo es maravilloso y que trabaja lo que quiere cuando quiere (que es mucho, porque le encanta) y esto permitirá convencerlo para que pida una beca para la tesis. Luego ya se le echará el cubo de agua fría de la realidad… cuando haya firmado la beca.

Los estudiantes de master con síndrome son un pozo sin fondo: todo lo que acaba en sus manos desaparece. Yo conocí a uno que era capaz de utilizar en un día más material de vidrio que tres estudiantes de tesis juntos, y producir la cuarta parte de resultados que uno. Ese es quizá uno de los rasgos característicos: preparan toneladas de stocks cuya etiqueta sólo ellos entienden (vamos, que el resto no pueden robar demasiado), usan cientos de placas en las que luego no crece ni una colonia, se establecen en el laboratorio como si fuesen a morir allí.

Los seres humanos normales, cuando entramos en un laboratorio nuevo nos llevamos una taza. Colgamos una tira de un cómic en nuestro escritorio. Nos llevamos cuatro bolis. Una agenda. Yo que sé, esas cosas. Un estudiante de master aquejado de este síndrome, el primer día en el laboratorio, hará que ese rincón nauseabundo que se le ha asignado parezca haber pasado por las manos de un decorador de IKEA. De los que hacen las casas de 25 m2. Porque tú le has dicho que puede usar esa esquina de esa mesa, y él ha plantado allí su taza de café, sus dos tazas de bolis, ha empapelado la pared con lo que sea que le obsesiona (gatos, por ejemplo), también ha colgado un cuadro del código genético (es algo que les obsesiona), se ha llevado cinco libretas, una agenda, un candado para su portátil, una alfombrilla para el ratón… se ha instalado, vaya. Y tú pensando que cuando llevabas dos semanas en el labo ni siquiera habías conseguido una libreta…

Los estudiantes de master suelen ser también los más preocupados por el tema de la seguridad. Luego se les pasa. Se ponen bata siempre (¿alguien más se pone bata si no hace frío?) y gafas de seguridad, y guantes, y no comen en el laboratorio y tal. Creo que la obsesión suele pasarse con el primer incendio por etanol-asa de siembra.

Si en su entorno han observado que algún estudiante de master está sufriendo estos síntomas, lo mejor será darle con un jarro de agua fría lo antes posible. Antes de que alguien lo engañe.


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