En un mal momento para el mundo, se ha publicado un nuevo informe que dice que vamos cuesta abajo y sin freno. Vamos tan cuesta abajo y sin freno que quizá cuando yo publique este post ya se haya quedado desfasado. Quiero pensar que se publicará cuando estemos en un camino hacia la paz, pero las heridas van a ser difíciles de curar. Estamos demostrando que nos queremos cargar el planeta, en fases y a todos los niveles. Parecemos imbéciles.
El informe al que me refiero es del IPCC, que nos recuerda que el mundo se calienta, y ese calentamiento global va a ser peor que cualquier guerra, por muy difícil de imaginar que eso sea para muchos en estos momentos. Sí, pensamos en la inmediatez, pero el calentamiento global va a provocar muchas más guerras, así que mientras solucionamos el problema que tenemos a corto plazo, no debemos olvidar que tenemos otro que no es a tan largo plazo como pensamos.
La guerra que nos viene
Cada año mueren ya muchas personas por el calor. Cada vez tenemos más sequías y más eventos meteorológicos extremos, cosa que ya hemos vivido en nuestras propias carnes. Si la cosa no cambia de forma inmediata, este verano en España puede ser muy duro. Los embalses están más vacíos de lo normal, los campos están secos. No tenemos agua suficiente, y por si fuera poco todo nos cuesta mucho más de lo que costaba hace unos años. Pero ahora no podemos hacer nada para evitar esa sequía veraniega, ya es demasiado tarde. Nos queremos cargar el planeta a base de secarlo, de quemarlo y de inundarlo.
Las consecuencias serán catastróficas, y para eso no nos hace falta que a un dictador se le vaya la pinza y se ponga a invadir territorio ajeno. Si no tenemos agua no tenemos comida. Si no tenemos comida nos mataremos entre nosotros. La solidaridad se nos acaba cuando no tenemos en nuestra familia lo más esencial. La solidaridad desaparece cuando todos tenemos hambre, cuando no tenemos agua o tenemos demasiada. Algunas zonas del planeta se secarán, otras se inundarán.
En estos momentos es difícil pensar en una posible vuelta atrás, pero todavía estamos a tiempo de, al menos, frenar el avance. Retrasar lo que parece inevitable para que podamos tener suficiente tiempo como para desarrollar mecanismos que nos permitan deshacer los daños. Con más tiempo, quizá haya una solución. Ahora parece imposible.
Por eso, ahora que todavía estamos a tiempo, no está de más dejar de mirar nuestro propio ombligo. Nos queremos cargar el planeta, pero podemos evitarlo. Parece que cuando tenemos la guerra en la puerta de casa despertamos, y que lo que nunca hicimos por otros lo hacemos ahora cuando es el vecino que pega puerta con puerta el afectado. O quizá es puro egoísmo, porque no nos preocupa tanto el vecino y lo que nos preocupa es la amenaza sobre nuestra propia casa. ¿Habrá pasado la amenaza cuando me leáis? A estas alturas yo lo dudo mucho, porque también pensaba hace unas semanas que nadie sería tan imbécil de empezar una guerra en las circunstancias actuales y escribo esto recordándome a mi misma que la imbecilidad humana no tiene límites.
Hoy no pido cafés. Hoy os pido que reflexionéis vuestras acciones cada día. Y vuestros comentarios y vuestras posiciones en la vida, porque al final, que destrocemos el planeta será culpa de todos. Paremos este despropósito, a todos los niveles. Todavía estamos a tiempo de construir un futuro un poco menos horrible.
Deja una respuesta Cancelar la respuesta