Los que decían que la epidemia no iba por el aire

Corre el año 2080 y en una escuela se está hablando de aquella epidemia que diezmó a la población. Tantos muertos en tan poco tiempo, y se les escapaba de las manos. Pero ahora, en este 2080, parece todo absurdo. ¿Cómo no podían darse cuenta de cómo se estaba transmitiendo?

Los alumnos están revisando las historias de la época, aquellos textos que se enviaban a revistas científicas con ideas sobre la transmisión, y su tarea para hoy es analizar las ideas de aquel científico que decía que la enfermedad se transmitía por el aire, generando las olas de la epidemia.

La transmisión por aire de la epidemia

Desde su visor de VR se desplazan a aquella realidad, que es lejos de cómo fue en aquel momento, pero hay que proteger a los jóvenes, y no pueden ver muertos por las calles, algo que en aquella época ocurrió más de lo que debería. Pero íbamos a hablar de aquel científico que decía que la epidemia iba por el aire.

Él decía tenerlo muy claro. Había numerosos reportes que indicaban que no había otra opción. Había contagios que aparentemente habían ocurrido en personas que no tenían ningún otro contacto. Dos personas que vivían en el mismo inmueble pero que no tenían contacto entre ellas, y ambas se habían contagiado. Tenía que ser el aire.

Pero no eran solo casos de vecinos. Es que había lugares en los que se había juntado gente y había un montón de contagios, mientras que en otros sitios había muchos menos, o ningún contagio. Parecía evidente que la única explicación era que en un sitio la enfermedad flotaba en el aire mientras que en el otro la ventilación era mucho más adecuada y por eso no había contagios.

Además la enfermedad se cebaba con los pobres. Aunque también había casos entre los ricos, parecía que aquellos que vivían en las zonas en las que había una ventilación mucho más pobre eran los más afectados, y esos eran sin duda los que tenían menos recursos económicos.

Los detractores

Aunque muchos apoyaban la hipótesis de la transmisión del aire porque parecía la única explicación posible, aquello tenía sus detractores. Había gente que decía que, si se transmitiese por el aire sin más, no sería posible que personas convivientes no se contagiasen. Debía ser otra cosa, o al menos el aire no podía ser lo más relevante. Sí, había casos puntuales en los que parecía la única explicación, pero había otros muchos casos en los que parecía un misterio que otros no se contagiasen.

Los detractores consideraban que los ciudadanos en muchos casos mentían, aunque no fuese conscientemente. Que cuando se les preguntaba por todos los posibles puntos de contagio, era posible que estuviesen saltándose algunos por no darles importancia o por no querer destapar que estaban haciendo lo que no debían. Probablemente podía más la ignorancia del punto de riesgo que realmente lo que pretendían ocultar, aunque hubiese pruebas de que algunos sí mentían intencionadamente.

Estos detractores consideraban que eso del aire tenía su relevancia, pero no era lo más importante. Decían que era algo a tener en cuenta transversalmente. Pero se les escuchaba menos, porque la teoría del aire vendía mucho mejor y además quitaba la responsabilidad de las acciones de los ciudadanos, porque “era el aire”.

La falta de pruebas

Los detractores además de llevar la contraria decían que es que no había pruebas. Si estaba en el aire, se podrían hacer experimentos que demostrasen que el aire podía infectar. Algo se había intentado hacer, pero aquello no eran experimentos, era buscar datos que confirmasen la teoría, en situaciones muy lejanas de la realidad de la vida del día a día. Y es que si realmente era el aire… ¿cómo podía haber tantas personas que habían dormido en la misma habitación y no se habían contagiado?

Y es que la teoría explicaría muchas cosas, pero sólo se habían basado en cálculos teóricos, y los detractores decían que si se piden datos y experimentos, se piden para todos. Sí, el aire explicaba por qué dos vecinos se habían contagiado, pero existía otra explicación: aunque ellos dijesen que no habían hecho nada, se habían juntado cuando no debían y habían compartido algo más que el aire.

El aire parecía ser un factor a tener en cuenta, eso nadie lo ponía en duda. Parecía bastante claro para todos que los lugares en los que el aire era peor, menos puro, que el ambiente estaba muy cargado… esos sitios eran focos de contagio. Pero eso no quería decir que el patógeno quedase en suspensión en el aire durante horas, o días. Los detractores insistían que dado el número de casos, si fuese el aire, habría muchísimos más muertos, en lugar de haber brotes localizados, aunque demasiadas veces se le perdiese el hilo a los brotes.

Burbujas de aire en al agua
El aire, el agua, las gotas…

¿Covid?

Si habéis llegado hasta aquí os pido que volváis a leer todo. ¿Cuántos habéis pensado que la epidemia y lo del aire del pasado de la que hablaba era el Covid? Más de uno me diría que los detractores no tienen ni idea, porque es obvio que sí hay pruebas, o alguno incluso diría que no hacen falta más pruebas, que hay pruebas indirectas de sobra.

Pero volved a leer el texto. No hay referencias al año, ni al virus, solo al contagio. La historia está inspirada en la epidemia de cólera de Londres a mediados del siglo XIX, época en la que hacer experimentos para demostrar cosas todavía no estaba de moda. En ese momento la teoría era que el cólera se transmitía por las miasmas, por los malos olores del aire… y se arreglaba ventilando. Sí, era una epidemia que decían que se transmitía por el aire. Pero como todos sabemos, la fuente de cólera no era el aire, era el agua. Aunque el aire tenía su factor, porque era un buen indicador de que el agua estaba llena de mierda (literalmente).

La actualidad

Pese a haber pasado más de 150 años, hemos cambiado poco, porque seguimos sin demostrar las cosas con experimentos. Por mucho que una idea sea más atractiva, tenga más sentido, nos parezca mucho más lógica… pase lo que pase, tenemos que insistir en que las cosas hay que demostrarlas. Nos quejamos de que nos cambian las medidas, pero las medidas se cambian según hay datos o indicios, y los indicios a veces son erróneos. Ya no fregamos la compra con lejía al llegar a casa porque se ha demostrado que el virus no aguanta viable tanto tiempo como se creía al principio. Podemos adoptar medidas por precaución, pero entonces tendremos que pedir que se demuestre o se refute.

Hasta aquí yo no me he posicionado, pero quien me lee probablemente me ha posicionado y ve evidente qué es lo que defiendo. Pero otra persona optará por lo contrario, porque al igual que con las miasmas todos buscamos confirmar lo que pensamos. Si te ha parecido interesante este rollo y te ha hecho pensar, puedes compartirlo con tus conocidos. Además, puedes apoyarme e invitarme a un café:


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