La vacuna que me puede matar

Tras haber discutido hoy otra vez en el laboratorio sobre el tema de la confidencialidad, tras repetirme mi jefe que no puedo hablar sobre lo que hacemos en el laboratorio, soy a desahogarme un poco con el temita de las vacunas. 

Vale, el título de este post lleva un poco de trampa… Pero bueno, quizá alguno haya hecho clic por ello. Voy a contar por enésima vez mi historia con las enfermedades, desde otro punto de vista, voy a intentar otra vez más convenceros de mi punto de vista. 

Hay gente a la que las vacunas no le valen. Eso es un hecho. Hay gente que no puede ponerse algunas vacunas por problemas de inmunodeficiencia, y hay gente a la que las vacunas le sientan como una patada. Las vacunas siempre, a todo ser humano, le van a provocar una reacción más o menos grave. 

Yo soy una de esas personas a las que las vacunas le sientan como una patada, y que además le hacen poca cosa. Mi sistema inmune tiene una memoria muy mala, y soy el objetivo de todos los virus y bacterias que me rodean. Los que me conocéis, puede que os hayáis fijado en algunas pequeñas marcas en mi piel: algunas son de las enfermedades que he pasado, pero otras son las marcas de las vacunas que me han puesto. 

Cada vez que hay un brote de una enfermedad grave, yo desaparezco del mapa. Mi cuerpo le tiene cariño a los patógenos y cualquier cosa tiende a instalarse en mi y no querer abandonarme jamás. Uno de los momentos graves fue un brote de paperas en la facultad, en el que me pasé una semana acojonada hasta ver que no había más contagios, y yo seguía sin mostrar síntomas. Sin duda, el momento en el que más miedo he pasado, fue cuando supe que estaba en la lista de contactos de riesgo en un caso de tuberculosis. Recuerdo que el médico en cuestión pretendía calmarme, mientras yo no paraba de decir que tenernos a todos en el mismo sitio era una soberana estupidez y que si alguien la tenía, allí nos contagiábamos todos. 

Pese a todo esto, me he pinchado todas las vacunas convenientes. Vale, no me pongo la de la gripe, pero no estoy en grupo de riesgo, y en general sobrevivo bien a mis gripes. Pero todas las vacunas del calendario han entrado en mi sangre, y también de regalo una de la meningitis, cuando me comí un brote en mi entorno (vale, igual estoy siempre en el sitio incorrecto…). 

Aunque mi cuerpo sufra con los pinchazos, yo siempre he aguantado. Aguanto porque puedo tener una mala reacción, puede que durante dos semanas tenga fiebre, pero esa vacuna ayuda al resto. El tiempo que esa vacuna está actuando en mi cuerpo, además de protegerme a mi, protege a la gente de mi entorno, evitando la supervivencia de un patógeno en el entorno. Pero, sobretodo, porque quiero que el resto hagan lo mismo. 

Que una persona se vacune es útil, pero nada comparado con lo importante que es que se vacune todo el mundo. Si una persona, como por ejemplo yo, tiene la mala suerte de ser más sensible a un patógeno y cederle su cuerpo para que crezca libremente, cuando el bicho no encuentre otro cuerpo para instalarse, morirá y nos quedaremos todos tranquilos. Si el resto no estuvieran vacunados, se reproduciría felizmente y tendríamos un brote, que se extendería exponencialmente si no se actúa rápido para controlarlo. Por otra parte, si una persona como yo, es más susceptible a infectarse pese a haberse vacunado, cuando todos los que la rodean se vacunan, disminuyen las posibilidades de que el patógeno llegue a ella. Nunca olvidéis que las vacunas pueden ser maravillosas, pero no protegen al 100%. Lo que hace que la eficacia de una vacuna sea del 100% es que todo, absolutamente todo el mundo se vacune. Vacunar a toda la población es lo que permite erradicar enfermedades, y ahora estamos desandando el camino. 

Espero haber convencido a alguien de que, aunque crea que total no hay ya nadie con paperas, es importante vacunarse contra las dichosas paperas. Ahora vamos a hablar un poco de por qué si no había paperas, de repente hay. Quien dice paperas, dice difteria… 

Creemos que como nosotros nos hemos vacunado, esta historia de no vacunar es cosa de los americanos. No. Error. Cada vez hay más gente que no vacuna a sus hijos, por razones que nunca he podido comprender. Incluso peor, hay gente que hace que sus hijos pasen enfermedades en lugar de vacunarlos! ¿Pero de donde vienen esas enfermedades? El primero que diga que del negro que salta la valla… Primero que sepa que es un racista y que no es bienvenido en este blog. Si sigue leyendo, que sepa que está equivocado, ya que todo inmigrante que entra en España tiene acceso a las vacunas que nos hemos puesto (espero) todos. Si me vais a decir que eso los legales, pero que luego tenemos a los del cayuco o la valla… Pues no, a esos se les vacuna todavía antes, más o menos en cuanto los pillan, así que podéis preocuparos un poco más por lo que han sufrido esas personas y menos por lo que puedan traer con ellos. 

En un mundo globalizado, todos viajamos mucho, y en esos viajes tendemos a traernos con nosotros muchos virus y bacterias. Pensad en el hijo que empieza en la guardería y se pone enfermo cada dos por tres, y que se lo pega a los padres. Pues esto es lo mismo. Salimos por ahí y dejamos nuestros bichos y nos traemos otros. Que no volvéis siempre enfermos, me vais a decir… Ya. Porque estáis vacunados! O porque habéis pasado la enfermedad antes, que es lo mismo. El pobre crío de Olot pudo contagiarse de mil formas… Desde algún turista que se trajo la difteria latente consigo hasta un español que hubiese viajado recientemente. Tenerla contigo no quiere decir desarrollar síntomas, que es lo que esperemos que le pase a los niños que la han cogido pero estaban vacunados. 

Pensad bien lo que hacéis. No voy a decir que deba ser obligatorio o no, pero pensad bien la responsabilidad que implica. Pensad bien si queréis poner en peligro vuestra vida (nunca olvidéis las vacunas antes de viajar), la de vuestros hijos, la de la gente que os rodea. Imaginad por un momento que no le ponéis la vacuna del sarampión al niño, él lo pasa sin problemas, se lo pega al abuelo, el abuelo se muere. Las enfermedades no desaparecen por arte de magia, y no, la higiene no las hace desaparecer sin más, al menos no todas las que nos gustaría.  

Pensadlo bien y luchad por los derechos de los vuestros. Luchad porque las vacunas se usen, luchad porque si una vacuna es eficaz, se incluya en el calendario, porque sea gratis. Luchad por la vuelta de esa vacuna de la varicela (¿habéis visto a un adulto con varicela? Es MUY chungo). Luchad por las vacunas de la meningitis en las zonas endémicas, y no por ponerla a correr cuando hay un brote, como me hicieron a mi. Luchad por vuestra salud. 

Pensadlo bien y, si pese a ello no queréis luchar, si seguís pensando que las vacunas están sobrevaloradas, entonces os invito a que me escribáis y me expliquéis por qué estáis tan convencidos. Pero pensadlo bien, porque esa vacuna que no habéis puesto en ese niño que ahora está feliz en el parque sin saber que está contagiando a todo el mundo, puede ser la vacuna que, por no haber sido puesta, me puede matar. 


Publicado

en

por

Etiquetas:

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *