Dónde quedan aquellas clases de primero… recuerdo que llegabamos y a en punto el profesor entraba y se ponía a dictar con el mode “hijoputa” on. Tu te dejabas la mano allí, copiabas cosas sin sentido, pero él, que era una buena persona muy muy en el fondo, te dejaba salir a menos diez. Eso te permitía ir hasta la preciada máquina para darte el chute. Fue el año en el que Bok reconoció públicamente su adicción a la cafeína, y todos los que estudiamos biología, como él, pues también.
En ese curso, si a y diez el profesor no estaba, ya no había alumnos. Casi no había ni clase… Por aquel entonces las clases se daban con transparencias porque no teníamos proyectores, y la facultad se caía a cachos. Además, estaban esos horribles tubos azules, por los que pensábamos que nos echaban bacterias para ver nuestra reacción.
Actualmente, hay clases en las que no hay ni que copiar. Carece de sentido. Otras tienes que copiar mucho más de lo que copiabas en primero, pero al profesor no le importa una mierda. Hablan como cuando hablan del último cotilleo, pero en lugar de decir “maripili se fue y se lió con juanito, que es el que estaba con maruja”, van y te dicen “la enzima fosfotransferasa afecta en el compartimento intermedio de la red Golgi para que la señal de la manosa 6 fosfato que marca para los lisosomas esté activa cuando se llega a los endosomas perinucleares” (como ejemplo de frase sencilla de copiar al vuelo). Ya no llegan a en punto y te dejan salir a menos 10. La norma de oro es dejarte salir a y cinco, para que llegues tarde a la clase siguiente. Y si tienes una hora libre, o por alguna extraña razón has salido pronto de una clase, automáticamente el siguiente profesor llegará 10 minutos tarde, pero estarás en esa esquina de la facultad desde la cual no puedes acceder a la máquina de café.
Hoy hemos llegado a un extremo inadmisible. Después de que nico me echase a patadas de cama (yo quería mimir), llegué a las 9 en punto a la facultad para ir a clase de estadística. La profesora llegó a las nueve y veinte y ni se disculpó (hay que decir que normalmente llega a y diez). Por alguna extraña razón todos estábamos allí y entramos como zombies. Empezó la clase recordando lo que dimos el día anterior, y empezó con algo nuevo a menos veinte. Escribe todo en la pizarra con letra minúscula, porque no se digna a usar el dichoso proyector, y eso que hay varios. En toda la clase copié media carilla, y en ella escribí algo que aprendí en primero de carrera, pero es que los dedos se me estaban criogenizando. ¿Por qué? Porque a 22 de noviembre y en Galicia, tenían el aire acondicionado puesto. Estábamos todos con cazadora y aún así estábamos azules. Como los tubos. Esos tubos por los que ahora estamos seguros que tiran virus para que nos contagiemos.
Con lo cual, hoy fui a clase a las 9 para estar muriéndome de frío y copiar cuatro chorradas sobre el cálculo de la pendiente de una recta de regresión. Es una mierda. Y aún encima, no me dió tiempo a tomar un café antes de ir a la siguiente clase 🙁
La facultad ya no es lo mismo
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Una respuesta a «La facultad ya no es lo mismo»
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Yo mantengo que ponen al aire acondicionado las 2 primeras horas, y después se dignan a echarlo caliente… o algo. Me paso la clase de 9 a 10 estornudando y sonandome los mocos, por más chaquetas que lleve ( a veces hasta el extremo de no poderme ni mover ). Pero ahí quedará todo. A no ser que estés en tu despacho-zulo con un radiador particular… morirás de frío.
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