Hace unos días se publicaron los resultados de un ensayo clínico cuyas conclusiones indicaban que se puede utilizar la psilocibina para el tratamiento de la depresión con resultados similares a los del escitalopram, un tratamiento de uso más o menos común. Algo llamó la atención en lo que pude leer en las notas de prensa así que decidí ir al artículo original y analizarlo. Está disponible aquí, pero con muro de pago: Trial of Psilocybin versus Escitalopram for Depression
¿Qué es la psilocibina?
La psilocibina es el precursor de la psilocina, un compuesto alucinógeno. Ambos compuestos fueron aislados por Albert Hofmann, famoso por haber sintetizado el LSD. Pero es que ya se sabía desde hacía mucho que algo tenían las setas mexicanas que las hacía “mágicas”.
En cantidades “altas” la psilocibina genera el efecto alucinógeno generalmente con buenas experiencias, pero desde hace ya muchos años se están estudiando sus propiedades en dosis mucho más bajas para el tratamiento de muchas enfermedades, desde los trastornos obsesivos-compulsivos a las migrañas. Y bueno, las depresiones, de ahí este artículo.
Aunque una sobredosis obteniéndola directamente de los hongos es difícil, sí podría ocurrir con el compuesto aislado y pequeños cambios en la dosis pueden modular el efecto. Las setas, por cierto, pueden ser de varios tipos, ya que no es una única especie de la que se obtiene, aunque el propio nombre nos indica que la mayoría pertenecen al género Psilocybe.
¿Qué es el escitalopram?
El escitalopram es un inhibidor de la recaptación de la serotonina. Es decir, es un antidepresivo de libro. Es enantiómero del citalopram y, aunque el efecto pueda parecer similar, su modo de acción nada tiene que ver con el del Bromazepam (Lexatin) o diazepam (Valium). El escitalopram se vende bajo nombres comerciales como Cipralex o Lexapro, aunque en España se receta el genérico.
No voy a entrar a los efectos sobre los diferentes neurotransmisores de cada cosa (me daría para un libro), pero vamos a decir que, aunque el escitalopram se usa para tratar trastornos de ansiedad y depresiones, algunos de los efectos adversos registrados implican que su uso debe estar siempre muy vigilado.
El planteamiento del ensayo
Sin dar detalles excesivos de las técnicas utilizadas para medir los niveles de depresión, podemos resumir el objetivo del estudio como saber si un tratamiento es más efectivo que el otro reduciendo los niveles de depresión durante las 6 semanas del tratamiento.
Además medían una serie de objetivos secundarios, todos ellos relacionados con la evolución del estado depresivo del paciente. Para hacer sus medidas dividieron a los pacientes en dos grupos: a un grupo le dieron una dosis “razonable” de psilocibina (en dos rondas) y placebo durante las seis semanas, y al otro grupo una dosis “despreciable” de psilobicina y la dosis de escitalopram correspondiente. Y con eso hicieron el seguimiento…
Un detalle importante antes de seguir: había 30 pacientes en el grupo de la psilobicina y 29 en el del escitalopram. Esto hay que tenerlo en cuenta al valorar los números que vienen después.
Los resultados
Para medir el nivel de depresión utilizaron una escala habitual que va de 0 a 27. Analizando su primer objetivo, para ver si se reducía, sus datos muestran una reducción de 8 puntos en los de la psilocibina y de 6 en los del escitalopram. Peeero, esa diferencia de dos puntos no es significativa porque cuando vemos el intervalo de confianza al 95%, aunque la media es -2, el rango va de -5 a 0.9.
De todas las medidas secundarias, según los investigadores se puede intuir que podría haber una ventaja para la psilocibina, pero que no se puede tener en cuenta porque hay factores que no se han valorado y que no hay datos suficientes.

Lo que pasaba con los pacientes
Para que un tratamiento funcione además de que lo haga a nivel molecular tienes que conseguir que el paciente se lo tome. De la mitad que estaban tomando en escitalopram (29 pacientes, recordemos), cuatro dejaron el tratamiento por los efectos adversos que notaban, uno se saltó dosis por el Covid-19 y uno redujo la dosis porque pudo intuir que estaba tomando. De los del grupo de la psilocibina (30 pacientes), dos pacientes se saltaron dosis por las restricciones del Covid-19 y uno dejó de tomarse las pastillas de placebo porque no le hacían nada. Además, en el grupo del escitalopram se consumió más alcohol y por el resto eran más o menos homogéneos.
En cuanto a los efectos adversos, más allá de dolores de cabeza y otras cosas poco serias, no hay cosas muy destacables, exceptuando de los del grupo del escitalopram sí dicen tener más boca seca y ansiedad. Lo de la ansiedad creo que es algo a tener en cuenta dado que el escitalopram se usa para tratar trastornos de ansiedad.
¿Conclusiones?
Según los autores del artículo, los resultados obtenidos nos indican que la psilocibina es una buena alternativa al escitalopram y que ambos funcionan de forma similar, aunque reconocen que existen limitaciones en los estudios.
A mis ojos, aunque efectivamente los resultados no sean significativos, viendo que existen datos que apuntan a una ventaja de la psilocibina considero necesario ampliar el estudio. Dado que el total se limitaba a 59 pacientes, quizá si el estudio se hubiese ampliado a 100 ya habría dado datos significativos. Por otra parte, considero necesario añadir un grupo control que en este estudio se eliminó no acabo de entender por qué.
Y por último, tenemos que tener más en cuenta a los pacientes. Porque sí, el número de reportes de efectos adversos es similar, pero en un grupo un 10% dejó de tomar el tratamiento por los efectos adversos y eso no ocurrió en el otro. Y sí, hay más limitaciones, pero con suficientes pacientes se podrían haber minimizado sus efectos. Obviamente los pacientes son los que son y quizá no pudieron incluir más en el ensayo y es lo que hay, pero si los resultados dan opción a varias interpretaciones, algo falla.
Estoy segura de que analizando los datos en detalle y haciendo grupos poblacionales se podrían sacar conclusiones distintas favoreciendo cualquiera de las dos moléculas, por lo que tampoco confiéis en exceso en el resultado de un estudio aislado. Eso sí, desde luego, han conseguido que por unos días los hongos alucinógenos estén (figuradamente) en boca de todos.
Si te ha resultado interesante este artículo y has empezado a pensar en eso de las microdosis de psilocibina, te pido que en lugar de correr a comprar setas compartas este artículo entre tus conocidos. Además, puedes apoyarme, por ejemplo dándome mi droga favorita… café!
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