Recuerdo que cuando era pequeña me costaba mucho entender los problemas de las cuencas hidrográficas. En aquella época en la tele se hablaba mucho de la del Ebro y la del Segura, y hablaban de muchísimo terreno, de muchísima gente afectada, de un montón de problemas por ver a dónde iba el agua. Y yo claro, no podía entender nada. A mis ojos de niña de las Rías Baixas, cada pocos kilómetros hay un río que da al mar, y hay agua de sobra en ellos para todo el mundo. Por qué se pegarían por el agua.
También recuerdo que el río Miño me parecía algo inmenso. Recuerdo la primera vez que estuve cerca de la desembocadura, que según mi cabeza aquello realmente tenía que ser una ría, porque no podía ser un río tan grande. Y también recuerdo la primera vez que visité el embalse de Belesar, y que me contaron la historia de Portomarín y cómo el embalse había obligado a desplazar el pueblo. Aquello me parecía que tenía que ser el embalse más grande del mundo, y no entendía por qué acumulábamos tanta agua, si total llueve cada poco.
Los tiempos han cambiado
Años después fui consciente de mi error, y ese punto de vista mostraba claramente que me centraba solo en lo que yo conocía de cerca. Efectivamente, en Galicia en aquella época los embalses se construían más como respaldo de seguridad que otra cosa. En sí, muchos lugares vivieron sin embalse hasta hace relativamente poco. Pero en las últimas décadas una serie de factores han provocado grandes cambios:
- Hay mucha más gente en unos núcleos, y otros han desaparecido. La acumulación de personas en las ciudades hace necesario disponer de mucha más cantidad de agua concentrada en un único lugar.
- Consumimos muchísima más agua en la actualidad. Eso de que salga agua en condiciones por un grifo ha hecho que nos acostumbremos a usarla a lo loco. Y no me refiero a ducharse un minuto más de lo ecológicamente recomendado… me refiero a tirar grandes cantidades de agua en huertas y jardines sin buscar la forma óptima de riego.
- Ahora llueve menos y se evapora más. El cambio climático está ahí, y eso también se nota en los embalses. El calor evapora agua, y si llueve menos tardan más tiempo en llenarse, por lo que hay que vigilarlos más.
Conoce tu cuenca
Aunque la cuenca hidrográfica que me afectaba en mi infancia era más bien pequeña, la mayor parte de los españoles viven en una situación diferente. En América la situación es bastante parecida. Las zonas de costa tenemos cuencas pequeñas independientes, mientras que en el interior dependen de grandes cuencas de ríos que cruzan medio país. En España tenemos además una peculiaridad con el Mediterráneo, que también ocurre en otras zonas cálidas: aunque están cerca de la costa, tienen problemas para obtener agua. Se debe a una mezcla entre la falta de lluvia y el calor que impide que los ríos de esa zona lleven suficiente agua. De ahí venía la famosa discusión del trasvase en mi infancia: una solución es llevar agua desde otro río con un cauce mucho más abundante.
Si la cuenca de la que dependes es pequeña, es fácil saberse todos los detalles. Conocerás cada afluente y subafluente, porque serán cuatro. Pero si la cuenca es grande, la cosa se complica… porque a ver, ¿alguien se acuerda de todos los afluentes del Tajo? Porque yo estoy segura de que muchos de mis vecinos no, pero es que además seguro que ni siquiera saben el cachito de la cuenca del Tajo que realmente les afecta.
Para aquellos a los que ya les ha picado la curiosidad, les recuerdo que el agua potable de Madrid viene de varios ríos, siendo el Lozoya uno de los más importantes. El embalse del Atazar es el de mayor tamaño y, además de darnos agua, es un lugar muy agradable para visitar. Después el agua va principalmente al Manzanares (se limpia primero). Tanto el Manzanares como el Lozoya son subafluentes del Tajo y afluentes del Jarama, que aunque es menos conocido que el Manzanares en el resto de la península, es bastante más grande.
¿Por qué me afecta lo que pasa lejos?
Acabo de describir una pequeña parte de la cuenca del Tajo, pero esa cuenca tiene un tamaño inmenso. Desde su nacimiento, en el que es poco más que un pequeño caño de agua, hasta su desembocadura en Lisboa, el Tajo proporciona agua y recoge el agua de muchos de los habitantes de la península. Y sí, muchas veces eso ocurre en sus afluentes, y pocas veces el agua viene directamente del río, pero no está de más saber qué pueden estar haciendo los que están más arriba que nos puede afectar a nosotros, y qué estaremos haciéndole nosotros a los pobres portugueses. Y pensemos que lo que hagamos, afectará a muchísima gente. En el caso del Tajo, hablamos de unos 1000 km de río. En el resto de la península, gran parte de la superficie depende de una media docena de cuencas hidrográficas. Nos guste o no, compartimos algo con toda esa gente que vive en los terrenos afectados por el mismo río o uno de sus afluentes. Tenemos muy poco, así que debemos hacer todo lo posible por cuidarlo.
Y por supuesto, para acabar, tengo que dejar claro que aunque nosotros nos preocupemos y nos informemos, de nada sirve si nos vacían los embalses para obtener un beneficio económico. Se ha mascado la tragedia con esas estrategias de vaciado para controlar el precio de la luz, y toda multa se quedará corta a mis ojos, porque si no hubiese llovido, podríamos haber tenido problemas en varios puntos del país. Pensar qué hacemos con esos también es parte de lo que debemos pensar cuando queremos hacer algo para cuidar uno de nuestros recursos más preciados: el agua dulce potable.
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