… seguir a tu destino.
No me refiero a que crea en el destino, ni esas cosas. No creo que las cosas tengan que pasar porque estás destinado a que te pasen, ni que no se puedan cambiar. Más bien me refiero a la vocación, y esas cosas.
Es horrible. Mañana hará una semana que pillé el mayor enfado de mi vida con la genética (realmente, el segundo gran enfado). Es algo que me dolerá el resto de mi vida y que me parece injusto, pero no puedo hacer nada para evitarlo.
En medio del enfado, llegué a estar a punto (muy a punto) de asomar por el departamento de biología celular, cosa de la que me arrepentí cuando una amiga me contó en que consistía ir por allí (quiero seguir teniendo vida propia). A lo largo de la semana, la perspectiva fue cambiando. Me di cuenta, una vez más, que no puedo dejar de estar fascinada con la genética. Es horrible, esa sensación de que el profesor se de cuenta de que estás flipada mirando para la diapositiva que está explicando, o que te mire con cara de susto cuando le dices a la de al lado “gilipollas, claro que es una superhélice negativa, es evidente por que el eje espacial determina un giro de -180 grados tras retirar las histonas, y si sigues… es evidente, tu eres tonta”. Es el momento en el que te sientes la rara de la clase (sobre todo por las miradas de susto).
Pero después pasas a la siguiente clase y vuelve la fascinación, esta vez hablando de una simple fosorilación, una ubiquitinización, o cualquier cosa que se les parezca. Es la bioquímica, la regulación… y yo quiero odiarla, pero no puedo.
Y después llega el cubo de agua fría. Cuando te cuentan que esas dos asignaturas que tanto te están flipando, no son tal. Que vas a sufrir, mucho, que te matarás viva y como mucho lograrás un 5, y que tras tanto esfuerzo, no querrás volver a verlas delante… Yo no estoy tan segura. Será masoquismo, seguro.
Hacía mucho que no escribía tanto sobre cosas mías. Espero volver a escribir sobre otras cosas, que no me hagan quedar como más loca todavía 🙂
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