El hígado. El primer eslabón en la limpieza de residuos en nuestro cuerpo. En este capítulo de Érase una vez la vida veremos cual es su función.
El hígado nos protege, pero por desgracia también se infecta con bastante facilidad. Se ocupa de eliminar muchas sustancias tóxicas de nuestro cuerpo, y también de transformar diferentes sustancias y enviarlas a su destino, ya sea para ayudar a la digestión o para ayudar al cerebro cuando necesita más azúcar.
En este capítulo vemos como un niño se queda sin energía, lo que le provoca una caída. Se genera un corte y, como ya habíamos aprendido antes, las plaquetas van a arreglarlo, pero desde el hígado se manda fibrinógeno, que ayuda a mantener la herida cerrada.
Como sus brazos no tenían energía, es imprescindible liberar azúcar y proteínas. Además, en paralelo, se está formando la bilis, que necesita mucha agua. Este niño no come muy sano y aunque el colesterol es necesario en nuestro organismo para formar las membranas, una acumulación puede ser un problema, lo que se nos explica con la acumulación de colesterol en la arteria coronaria… colesterol que no viene del hígado, que viene de los alimentos.
La infección que toca en el hígado
La infección de este capítulo tenía que ser sí o sí en el hígado, así que los virus tenían que ser de la hepatitis. Tiene ictericia. Los virus consiguen reprogramar las “fábricas” en el hígado para generar más virus. Vamos, que usan los ribosomas para expresar sus proteínas. El cuerpo reacciona generando interferón, que evita que la infección se extienda y van los linfocitos a ayudar… y ya está.
Curiosamente en este capítulo no hemos tenido un final de niño curado, acaba cuando todavía está, en teoría, recuperándose, cosa que es bastante extraña. Pero bueno, sabemos que sale adelante, porque en el siguiente capítulo seguiremos viendo su vida avanza.
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