El sesgo de la no normalización

Quienes me escuchan o me leen en otras partes saben que repito mucho eso de que “correlación no implica causalidad”. Por cosas de la vida y por declaraciones de personas que claramente no están actualizadas con los últimos estudios científicos (últimos de hace unas décadas), he recordado uno de los mejores ejemplos de sesgo en la interpretación de datos por la falta de normalización de datos. Voy a intentar explicar la idea y luego os contaré el ejemplo, para que cuando veáis un estudio de esos que hace arquear una ceja, os planteéis si los datos están correctamente normalizados antes de creer las conclusiones que plantean.

Normalizar para eliminar factores

Cuando se realiza un ensayo clínico se intenta buscar la población más homogénea posible, para asegurarnos de que las conclusiones se extraen del factor que estamos analizando. Pero eso tiene sus problemas, porque claro, para eso se buscan personas que no tengan otras enfermedades (o se minimizan), que sean eso, lo más homogéneas que nos podamos permitir.

En cambio, en los estudios sobre la población general, no se selecciona tanto. Eso nos permite ver el efecto real sobre esa población, pero los resultados ya no son tan resultones, porque es ahí cuando vemos que puede haber un efecto que solo aparece, por ejemplo, cuando un medicamento se toma simultáneamente con otro que no se había analizado previamente.

Para poder extrapolar los resultados, es siempre necesario analizar dentro de una población homogénea. Esto estadísticamente se puede hacer, separando los factores, asegurándonos de que un factor no cambia con otro factor. Por ejemplo, voy a ir a lo absurdo, podríamos decir que el consumo de aspirina genera arrugas si todas las personas que analizamos que la han consumido tienen más de 60 años y todas las personas que no la han tomado tienen menos de 25 años. En ese caso existiría un sesgo porque no comparamos dos poblaciones iguales. O buscamos una población con una distribución de edad homogénea, o tenemos que descartar ese factor porque esos datos no son comparables.

El vino, el rey del sesgo

A lo largo de la historia se han publicado un montón de estudios sesgados. De la misma forma que hace unas líneas hacía referencia a un absurdo sesgo de edad, es relativamente común encontrar sesgos de nivel socioeconómico, algo que no siempre se tiene en cuenta, pero que puede cambiar mucho los resultados de un estudio.

Entre los estudios que ignoran factores destacan los estudios sobre los beneficios del vino. Se han publicado en el pasado muchos estudios en los que el vino (en general tinto y a poder ser caro), siempre dentro de un estilo de vida saludable, nos aporta un montón de beneficios. ¿El problema? Que no se han tenido en cuenta el resto de factores. En los estudios más citados se encuentran aquellos en los que las personas que consumían esa copita de vino lo hacían con una cena saludable en su casa, en un momento de relax, tras haber hecho ejercicio, en una casa propia y con una vida que permite comprar botellas de vino de cierto nivel.

Imagen de una copa de vino tinto siendo servida.
No es cardiosaludable. Digan lo que digan.

Pero esas personas se estaban comparando con aquellas que no consumían vino, que no destinaban ese dinero a esas botellas, que no consumían su cena casera equlibrada, que no venían del gimnasio, que no tenían una vida como para pensar en ese momento de relax con la copa de vino con calma en el sofá de su casa. Pensad simplemente en las películas, las cocinas que nos enseñan cuando sale esa mujer que llega de la oficina a casa y se abre una botella de vino de su bodega particular.

Como sí hacer la comparación

Si la comparación se hubiese hecho correctamente, se habría buscado a personas con el mismo nivel socioeconómico, con la misma actividad física y con el mismo tipo de dieta. ¿Y sabéis qué ocurre? Pues que los beneficios del vino desaparecen. Porque los beneficios venían del conjunto de la dieta (en la que el vino era un factor más), de su actividad diaria, de su capacidad para acceder a alimentos con más nutrientes y de la posibilidad de disfrutar de momentos de relax, que muchas familias no se pueden permitir.

Cuando se ha eliminado el sesgo hemos llegado a lo que nos olíamos, no hay ningún beneficio en el consumo de alcohol. Lo que nos puede aportar el vino nos lo aporta comer uvas, o beber un zumo de uva. Y también otros muchos alimentos. Así que mucho cuidado con los sesgos, porque tenemos que revisar si esa correlación no será pura casualidad, y la causa puede venir de algún otro factor. Y si el señor que está obviando ese sesgo tiene algún conflicto de intereses, entonces con más razón habrá que dudar.

La copita de vino, tomadla si queréis, pero que ningún señor os venga a decir que hay que tomarla por ser saludable. Saludable no es.

Yo vino más bien poco, pero café mucho, y si me invitáis a uno podré seguir pagando el mantenimiento de este sitio:


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