Últimamente no paran de salir posts anti-quimiofobia. No se me ocurre otra forma de definirlos. Básicamente, una serie de divulgadores que escriben en español (ignoro la nacionalidad de muchos, aunque me consta que varios son españoles) se han dedicado a escribir que les parece una tontería la defensa de los productos ecológicos porque lo natural también es química y esas cosas. Seguro que sabéis de qué os hablo.
Hace un par de semanas empezaron a moverse por internet unos carteles (ahora ya famosos) sobre productos naturales con su composición química, y ha saltado el tema a boca de todos, generando unas broncas tremendas sobre si la agricultura ecológica es buena o mala.
Hoy me encuentro con una entrada de El comidista sobre el mismo tema. Como llevo un tiempo discutiendo sobre ello, voy a expresar aquí unas cuantas ideas que me rondan la cabeza, a ver si al menos libero un poco de mala leche.
Por una parte tenemos a los defensores de la agricultura y ganadería supuestamente ecológica. Aquí se mezcla un poco de todo, los que quieren que sus plantas y bichos crezcan sin químicos y los que quieren que crezcan felices. En mi opinión, es puro márketing que claramente funciona inexplicablemente. Voy a poner un ejemplo muy sencillo. En mi pueblo, de forma tradicional, se ha abonado el suelo con conchas de moluscos. Realmente lo que se hacía era recoger lo que depositaba la marea y añadirlo a la huerta, pero este depósito eran principalmente conchas y algas. Vamos a dejar a un lado las algas y centrarnos en las conchas. La composición de estas conchas es, básicamente, carbonato cálcico. Como el suelo es muy ácido, el carbonato actúa como base y neutraliza el suelo, y así las plantas crecen más felices. Además, el calcio queda también en el suelo como nutriente para la plantita. Así tenemos un sistema de agricultura ecológica. Bien. El caso es que la gente del pueblo se fue dando cuenta con el paso del tiempo de que las algas y otras cosas que iban en ese depósito, no siempre añadían cosas buenas al suelo, así que decidieron cambiar el sistema y añadir un polvo blanco sobre el suelo. Comercial. Carbonato cálcico. Esto, claro, ya no es tan ecológico. Además, ciertas empresas empezaron a venderles ese polvo enriquecido con otras cosas que hacían que sus plantas creciesen todavía mejor, y esto ya no es ecológico en absoluto. Ahora, id a decirle a un señor de una aldea gallega que lo que hace es rendirse a las grandes multinacionales y crecer lechugas que no se sabe lo que tienen y que son peligrosísimas. Lo más probable es que el señor os eche a patadas a golpe de sacho. De la misma forma, podéis intentarlo con comentarios sobre el sulfato que añaden a las plantaciones de uva para el Albariño. Yo he preguntado, y me han dicho que “no les preocupa” o “si es lo que hemos echado siempre, pero ahora es más fácil” y otras respuestas igual de lógicas.
Y es que es lógico, porque el obseso con la agricultura y ganadería ecológicas, parece no tener muy claro como funciona realmente el medio rural. Que sí, que cada vez hay más gente que tiene cuatro gallinas a las que les hace escuchar a Mozart para que sean felices y luego vende sus huevos por una pasta. Y sí, las gallinas están más felices que si estuvieran 200 en el mismo espacio. Pero el mundo real no funciona así.
Por otra parte, los anti-quimiofóbicos, parece que no tienen tampoco contacto con el mundo real… porque muchos seres humanos no se enterarían de la historia si no fuese justo por ellos. Su obsesión con llevar la contraria a los otros, hace que cada vez más gente se pregunte si entonces lo que comen será sano o no, teniendo por lo tanto su supuesta “divulgación de la ciencia” el efecto contrario al esperado. Chicos, lo estáis haciendo mal. Dejad a la gente tranquila, que se comían las uvas con sulfato sin problema, y todos felices.
Me gustaría, eso sí, tocar dos temas que he visto en los comentarios del post de hoy: los pepinos alemanes y el aceite de colza.
Empecemos por los pepinos. Hace un par de años unas cuantas personas murieron tras comer unos pepinos que se dijo que eran españoles, recordaréis el revuelo. Los pepinos venían de agricultura ecológica, y estaban infectados con una cepa de E. coli bastante molesta. La bacteria en cuestión tenía una serie de toxinas y resistencia a antibióticos. Esto generó problemas por los dos lados porque unos decían que claro, que los productos eco eran malísimos porque tenían bacterias, y los otros decían que todo era culpa de la bacteria que era muy mala por culpa de la industria que genera las resistencias a antibióticos. Veamos, esto podía haber pasado con cualquier pepino, lechuga, o o que sea, indiferentemente de la procedencia. La contaminación con bacterias pudo producirse en cualquier punto de la cadena desde la huerta al consumidor. La cepa se genera porque sí, no la genera la industria. Fin de la historia, una cosa no es mejor que la otra.
El caso del aceite de colza es diferente. Allá por el año 81, unos cuantos españoles se murieron por envenenamiento supuestamente con aceite de colza. Hasta ese momento era relativamente común el uso de este aceite, aunque en España existía ya una gran campaña a favor del aceite de oliva. La historia del aceite de colza es un tanto confusa: supuestamente era venta ilegal de aceite que decía ser de oliva. Esto desencadenó una gran fobia al aceite de colza, primero porque era un producto industrial que no se sabía cómo se había tratado, y después porque obviamente el producto español era mucho mejor. Desde entonces todos tenemos interiorizado que el aceite que hay que consumir es el de oliva, que parece que nos llega directamente de la mano del tío que ha estado sacudiendo el olivo. Pues veamos… ¿el aceite de colza en cuestión estaba adulterado realmente? ¿cuál era su procedencia? ¿qué condiciones sanitarias se seguían en ese proceso de venta ambulante? y la que a mi más me interesa: ¿tuvo realmente el aceite algo que ver en el proceso? Yo he leído teorías de todo tipo, desde que era un pesticida hasta que había sido un hongo. Sacad las conclusiones que queráis, la verdad es que nunca se supo qué había pasado realmente, pero desde entonces todos exaltamos el producto nacional, nuestro queridísimo aceite de oliva, y dicho sea también, el resto del universo consume aceite de colza a diario con toda la felicidad del mundo.
Comparando la situación de España con la de Suiza, por ser el país en el que ahora me encuentro, puedo decir que los españoles todavía estamos a años luz de ser muy obsesivos, porque los suizos (que sí consumen aceite de colza, a todo esto) están realmente obsesionados con el rollo eco. Es realmente difícil comprar cosas en las que no venga escondida una pegatinita de cultivo ecológico, aunque las detectas rápidamente cuando ves el precio de cada manzana. Y de la carne ya ni os cuento, porque más de lo mismo.
Por último, desmontar un mito… el del hambre en el mundo. He leído también que es una tontería eso de que si sólo hubiese agricultura eco se moriría mucha gente de hambre. El razonamiento para tal afirmación es que se tira mucha comida, y con esa comida se podría solucionar el hambre del mundo. Yo creo que esta gente no tiene calculadas las proporciones de nuestro planeta. Sí, se tira comida, ya. Esa comida no debería tirarse y debería servir para que el que vive al lado no tenga hambre, pero esa comida no puede llegar a África, y menos si es ecológica.
Sin colorantes ni conservantes. ¿Os suena? Los colorantes me dan igual, pero los conservantes no. ¿Imagináis como sería esto de hacer la compra sin conservantes? ¿Creéis que esa comida podría llegar a África sin conservantes? Y sin pesticidas. Porque los pesticidas son el diablo en persona. ¿Sabéis cómo crece un cultivo que no se ha tratado con pesticidas? Pues en mi pueblo, por volver a él, crecía por obra y gracia de San Roque, pero sólo algunos años, cuando el santo estaba de buenas. Porque los cultivos aleatoriamente eran atacados por plagas y sin pesticidas, el cultivo se iba a la mierda. Por suerte, desde que se usan pesticidas, la gente reza mucho menos al santo, cosa que a mi me alegra, y además hay buenas producciones casi siempre (por ahora una granizada no se puede evitar). Creemos que hay comida de sobra en el mundo, pero no nos damos cuenta de que hay mucha comida gracias a todos esos pesticidas, gracias a todas esos organismos genéticamente modificados, o seleccionados, o transgénicos, gracias a todos esos antibióticos que evitan que todas las vacas de la comarca se mueran por una infección. Justo por haber ignorado la posibilidad de la agricultura ecológica, por eso ahora vivimos lo suficientemente bien como para poder pagar el doble por una manzana ecológica.
Y con esto no quiero decir que una cosa sea mejor que la otra a nivel del consumo de cada uno. Yo sería más feliz consumiendo las lechugas de mi huerta si pudiese tenerlas, pero por el placer de tener mis lechugas. Ahora, si mis lechugas lo necesitasen, no dudaría en añadir un “químico de esos malos que hace la industria” para que mi lechuga creciese feliz. Dicho esto, menos paranoia por las dos partes, a ver si nos entra un poco de sentido común y avanzamos a una sociedad en la que todos podamos comer… y después ya discutiremos si queremos comer con o sin colorantes añadidos.
Como pocos leeréis esto, espero que nadie se ofenda por la forma de escribirlo. No he utilizado lenguaje técnico ni es un texto con rigor científico. Pero esto es un blog personal y escribo para mi, y para gente de la calle que prefiere leer algo ameno. El otro lenguaje lo dejo para el trabajo, que es donde te deben leer los otros científicos que puedan entender ese lenguaje. En cualquier caso, siempre podéis preguntar en los comentarios!
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