Aunque es algo que se ha desmentido un montón de veces, cada cierto tiempo vuelven a nosotros diferentes mensajes sobre la importancia del pH de nuestra dieta. Seguramente alguna vez hayáis recibido por WhatsApp algún mensaje de este tipo. Durante el último año han insistido en la importancia para evitar infectarse con el coronavirus SARS-CoV-2.
Y ha vuelto, y esta vez uno de vosotros ha sido el que ha pensado dos veces lo que recibía y me ha preguntado el “oye esto del pH del virus…”. Y aunque en esa vía ya lo he aclarado, voy a aprovechar la oportunidad y resumir aquí la conversación. De paso, voy a dar gracias tanto al que ha preguntado (gracias por dudar) como a aquellos que han participado, algunos incluso aportando un toque de humor, que nos hace falta.
El pH de los alimentos de nuestra dieta
Efectivamente, el pH de los alimentos es de lo más variado. El pH es una característica de las soluciones acuosas y mide lo ácido o básico que es ese líquido. La escala va de 0 a 14, aunque hay extremos que se saldrían de ahí, y en la mayor parte de aparatos para medir el pH se detectan en el extremo. Por abajo el extremo es el ácido clorhídrico a una concentración de 10 Molar. Por arriba la misma concentración de hidróxido de sodio, que es lo que conocemos como sosa cáustica. En medio, a pH 7 o neutro tenemos el agua.
Es tremendamente complicado encontrar una lista de alimentos que tengan valores reales de pH. La mayoría de las tablas que se encuentran en una búsqueda rápida en google hablan de la dieta alcalina y afirman que los alimentos procesados y la carne roja tienen un pH ácido mientras que las frutas y verduras tienen un pH alcalino. Esto no es cierto.
El zumo de limón tiene un pH de entre 2-3 (muy ácido) y al igual que otras muchas frutas. La manzana es muy ácida, por ejemplo. En Bacteriófagos comenté en el pasado que aunque se suele decir que el ácido de las bebidas carbonatadas hace daño a los dientes. Pero lo cierto es que comerse una manzana a mordiscos aporta el mismo nivel de ácido. La mayor parte de los alimentos que consumimos son ácidos o relativamente neutros.
Nuestra sangre tiene un pH de aproximadamente 7.4, y por extensión tira un poco a básico. Aunque tenemos muy claro qué es el sabor ácido, no nos suele pasar lo mismo con el básico. Para que nos ubiquemos, ese sabor “jabonoso” que tiene la sangre es el sabor básico. Por supuesto, un jabón tiene ese sabor. Nada agradable, aunque mezclado con otras cosas a veces sí se consume. Un pH de 9 más o menos lo tenemos en el bicarbonato. Nuestras abuelas lo consideraban el remedio perfecto para la acidez del estómago (y razón tenían).
El equilibrio en nuestro cuerpo
Una vez que hemos comido, el pH lo controla nuestro cuerpo. Igual que nuestra piel va a mantener su pH ligeramente ácido aunque usemos en ella productos que no tengan ese famoso pH 5.5 que tanto se anunciaba en los 90, nuestra sangre también va a mantener el pH. Porque no todo nuestro cuerpo tiene el mismo pH. En la naturaleza el pH se va a regular mediante equilibrios ácido-base, la homeostásis y las moléculas que actúan como tampón.
Nuestro cuerpo tiene un rango muy amplio. El pH más ácido lo encontramos en nuestro estómago. No es siempre igual de ácido, pero puede bajar a 1.5, que es más ácido que el vinagre que tenemos en la cocina. El extremo contrario lo tenemos en las secreciones pancreáticas que vienen después, que rondan el pH 8. La piel, por cierto, no siempre tiene el famoso 5.5. Y el agua no siempre es neutra. Aunque en teoría el agua del grifo debería tener pH 7 (más o menos) lo cierto es que a veces se aleja un poco, y el agua embotellada puede alejarse todavía más.
El pH del coronavirus
Dicho todo esto, yo sigo sin saber cómo estimar el pH del coronavirus. Porque antes dije que el pH es una propiedad de las soluciones acuosas, y el coronavirus como tal está hidratado, pero no es una solución acuosa. Podríamos calcular la carga de su superficie, podríamos calcular lo que ocurre en su interior, pero no podríamos calcular el pH de “una gota de coronavirus”.
Si una gota con coronavirus se va a chocar contra vuestras mucosas y os vais a infectar, el pH de esa gota será el del líquido que lo lleve. Pero los mocos suelen ser más bien básicos, y la saliva es neutra a no ser que haya demasiadas bacterias en la boca que generen acidez (y favorezcan la caries!!). Así que en cualquier caso, el virus que os va a atacar se encuentra en un medio que no es ácido.
Los niveles extremos de pH pueden destruir el exterior del virus, pero eso sólo funciona cuando el virus está fuera del cuerpo, y no en un medio en el que otras moléculas se van a ocupar de regular el pH. Por ejemplo, el vinagre (que es ácido) puede dañar al virus en una mesa. Y sí, la sosa también, pero probablemente también dañe vuestra mesa. Pero dentro del cuerpo el vinagre os hará daño a vosotros antes de dañar el virus, y la sosa mucho más.
Espero que no sea necesario recordar esto, pero no hay que beber jabón, ni lejía, ni ninguna otra cosa que digan que es virucida si no se ha aprobado su uso para el consumo humano. Que mate virus fuera del cuerpo no quiere decir que los mate dentro, o que no os vaya a matar a vosotros antes.
Jugando con el pH
Aunque en algún momento contaré cómo hacer experimentos para ver los cambios de pH en casa (porque hay cosas que cambian de color), si queréis ir por la cocina comprobando el pH de los alimentos, del agua del grifo, o de vuestra saliva, la forma más rápida de hacerlo es con papel de tornasol. En los laboratorios hay máquinas que miden de una forma muy exacta el pH pero seguimos usando este papel para las comprobaciones rápidas. Es muy fácil comprarlo en Amazon y os asegurará muchas horas de comprobaciones. Y mucho cuidado siempre con vuestras fuentes, que incluso una clínica dental puede estar demostrando que se saltaron las clases de bioquímica básica.
Menos miedo y confiad en vuestro cuerpo, que para eso tenemos órganos que los pulmones y los riñones ya se ocupan de que no nos salgamos de rango, y lo hacen muy bien.
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