Hace, así a ojo, unos 70 años empezó una historia que acabó generando mi relación de amor-odio con los eucaliptos, que para cuando yo nací ya habían llegado a la última esquina posible y tenían un tamaño más que razonable. Y no solo eso, algunos ya habían sido cortados y otros plantados en su lugar.
Yo de este tema ya he hablado antes. Los eucaliptos no son árboles autóctonos en Galicia. No estaban ahí antes. Tampoco estaban los pinos que había en muchos de los bosques que después se llenaron de eucaliptos. Lo que había inicialmente eran prados, monte. No bosquecitos con árboles perfectamente alineados. Primero se llenaron de pinos, y después de eucaliptos. Y aunque los pinos sí pegan un poco más, los eucaliptos ya no. Necesitan grandes cantidades de agua (y por eso crecen muy bien en Galicia), pero también les gusta mucho el fuego: arden bien y el fuego ayuda a que nuevos árboles puedan crecer. Las plantaciones de eucaliptos han secado humedales, y es que aunque desde la perspectiva de otras partes del país aquello siga siendo muy húmedo, la cosa no es así.
Hace muchos muchos años…
Antes de que los montes se llenasen de eucaliptos, e incluso antes de que se llenasen de pinos, la mayor parte de esos bosques eran zonas dedicadas a la ganadería y la agricultura. Sí había bosques, por supuesto, pero en esos bosques había muchos más castaños y robles, bosques que, por otra parte, la propia ganadería podía explotar, haciendo que se mantuviese limpio y hubiese un riesgo de incendios mucho más bajo.
En aquellos momentos la población se encontraba más descentralizada, había movimiento en las aldeas y los ganaderos tenían a sus vacas pastando libremente. Y a los cerdos comiendo castañas y bellotas. Y a las gallinas ocupándose de los restos de la huerta. Parte de esos montes tenían cultivos, y parte simplemente servían de cada y comida para los animales. Pero claro, la gente se movió a las ciudades y esa forma de ganadería no es del todo compatible con la cantidad de carne que se vende…

La nueva vida
Así pasaron los años y cada vez había menos animales libres y más en explotaciones mucho más limitadas. En lugar de soltar a las vacas al campo, se las mantenía en un recinto más pequeño y fácil de controlar, y se les llevaba la comida. Así, en el monte se podían plantar eucaliptos. Y esas granjas empezaron a ser cada vez más grandes, y las vacas y los cerdos tuvieron cada vez menos espacio. Pero llegó un momento en el que ya no se podía dar de comer a las vacas lo que se recogía de las tierras cercanas, hacía falta más, porque tener una vaca más ocupa poco, pero cultivar su comida ocupa mucho más. Así se empezó a comprar fuera, y cada vez más fuera, hasta llegar al punto de traerlo del extranjero.
Mientras los montes tenían pinos y eucaliptos, pero nadie se ocupaba de ellos. Especialmente con los eucaliptos, ardían con más facilidad, y la falta de cuidado acabó dando una nueva imagen: muchos eucaliptos jóvenes, helechos y tojos a su pie, y la seguridad de que en 10 años ese paisaje habría cambiado. Mientras, las vacas pastando… encerradas.
¿Qué hacemos?
Lo de la solución es muy complejo, pero yo os he descrito los cambios en una zona concreta. Y en el resto de España los cambios de usos también son algo digno de contar. Ahora dependemos de terceros, y lo hacemos (entre otras cosas) porque nos gusta vivir en ciudades y nos gusta comer carne, a algunos incluso todos los días. Ahora, queda en vuestras manos pensar si la hemos pifiado, y en como podemos arreglarlo.
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