Ya sé que he tardado mucho en escribir esta segunda parte, pero es que necesitaba mentalizarme para ello…
El jueves el día fue similar al miércoles, un montón de charlas aburridísimas y tal y cual. Por la tarde volvimos a escaquearnos de allí, aunque esta vez no salimos del hotel (somos buenas personas).
Lo malo del jueves vino por la noche, en la supercena del congreso.
Fuimos a un restaurante, pijo, pijo, más pijo todavía de Santiago. Que no os engañen… Si alguna vez venís en plan turista-peregrino-persona avisad, porque los sitios donde “se dice” que se come bien son un timo, te cobran una pasta y te mueres de hambre, o peor… de intoxicación.
Paso a narrar la cena que no tiene desperdicio… puede que a algún pobre inocente que no sea gallego hasta le parezca buena comida, pero aquí es que estamos acostumbrados a otra cosa… ya sabéis lo que se dice por ahí de la comida en Galicia. Desde mi punto de vista todo eso no es cierto, es decir, yo he comido perfectamente en otros sitios y creo que la comida típica de otros sitios está muy buena… pero estos tenían que haber hecho honores de la fama que nos precede… y poner algo de comida de verdad en la mesa.
Primero, los pinchitos. Como siempre, esto depende de un camarero que va pasando… y si no tienes canas el camarero no pasa cerca, así que yo me quedé mirando un poco para el aire. Conseguí acceder a:
– Crema chunga que sigo sin saber qué era
– Vieira bañada en un gran mar de cebolla
– 3 pedazos de pulpo pinchados en un palo (no encuentro una expresión más adecuada) a la brasa
– Una loncha de jamón serrano minúscula
Para beber, pobre inocente de mi, que no bebo alcohol, tuve que aguantarme una vez más con el kas limón aguado por exceso de hielo.
Pasamos al comedor, empieza la cena. Ignoremos, para acabar rápido, los problemas con el número de comensales y platos, vamos a criticar sólo el menú estándar. De primero tocaba lubrigante con ensalada de su puta madre (soy incapaz de recordar el nombre). El plato consistía en la cabeza del bicho adornada con 4 hojas de lechuga y un pedacito de bicho ya pelao y todo de unos 4 cm… También tenía un tomatito cherry cortado a la mitad. Para beber, un pseudo-albariño (a mi no me sabía a albariño, y de todas formas, puaggg).
De segundo, solomillo con sufflé de patatas y cebolletas caramelizadas bañado con oporto. En cristiano, un solomillo de unos10 cm^2 (osease un microsolomillo) con 4 rodajas de patata prensadas y dos cebolletas que apestaban el plato. El oporto le daba un sabor rico (ya puede), pero cuando empecé a hacer la digestión me di cuenta que la crema de oporto, además de nata y oporto, también llevaba cebolla… que forma de joderla. El vino era un rioja… que ya ni me atreví a probar, que miedo.
De postre, sufflé helado de almendra con teja, tocinillo de cielo y pera glasseada. Esto viene siendo un pedacito de una tarta de almendra con un pegote de azúcar encima bañado todo en aguardiante, media pera caramelizada y un microtrozo de tocinillo de cielo. Todo ello adornado, eso sí, con una frambuesa y unas hojas de menta.
Encima, un café que sabía chungo. Supongo que si me llego a quedar a la juerga, habría licores, quizá incluso queimada (alguien la estaba pidiendo por allí).
¿Total de la cena? 70 euros (que yo no pagué, por supuesto). Por mi parte, me costó la mañana del viernes, que me la tuve que pasar en casa moribunda… y todo esto porque no puedo comer cebolla (y la cena nadaba en ella, aunque bastante oculta).
Así me perdí la última sesión de congreso (ohhhhh) y ahora me toca pedir que me rehagan el certificado de asistencia, porque algún inútil perdió mi maletín que dejé en el cuartito de organización.
Si aceptais una recomendación…. nunca, nunca jamás, acepteis participar en la organización de un congreso…
Deja una respuesta