Por petición de una lectora, me he pasado un buen rato revisando qué evidencia científica existe sobre el CDS o dióxido de cloro para el tratamiento de diferentes enfermedades. Como el proceso de búsqueda me parecía interesante, lo he narrado en el capítulo de Bacteriófagos que publiqué esta mañana. Las conclusiones sí os las voy a contar aquí, pero si queréis una versión ampliada con más detalles, os animo a buscar el capítulo en vuestros reproductores de podcasts favoritos.
¿Qué es el CDS?
Aunque a muchos os sonará, para aquellos a los que el concepto les resulte nuevo, el CDS es el dióxido de cloro. A veces las referencias aparecen a la solución mineral milagrosa, que no es exactamente lo mismo pero casi, ya que de uno se obtiene el otro. La fórmula química del dióxido de cloro es ClO2, es decir, dos moléculas de oxígeno unidas a una de cloro. De ahí que se llame dióxido, porque el oxígeno es un potente oxidante.
El dióxido de cloro se utiliza desde hace muchos años en procesos de potabilización de agua y también como desinfectante. Se ha utilizado por ejemplo para la eliminación de mohos tras el Katrina o para desinfectar edificios tras la llegada de aquellas cartas con ántrax en 2001. Eso nos indica su gran poder para eliminar organismos muy diversos, desde hongos hasta esporas de bacterias.
¿Se han hecho ensayos clínicos con dióxido de cloro?
Sí, sí se han hecho. Se han hecho ensayos para analizar si el dióxido de cloro se puede utilizar en enjuagues bucales, cuyo objetivo principal era analizar si se eliminaba el mal aliento. Esto se ha demostrado, aunque los ensayos muestran que otras soluciones son más efectivas, como la clorhexidina o los enjuagues con sabor a menta. Indirectamente, podríamos presuponer que si se elimina el mal aliento es porque el dióxido de cloro tiene un efecto sobre la microbiota de nuestra boca, lo que no sería sorprendente porque como hemos dicho antes funciona muy bien como desinfectante.
Aunque hay estudios en curso para analizar su efecto en pacientes con Covid, ningún estudio tiene resultados disponibles y ni tan siquiera está claro si se están llevando a cabo. Lo mismo ocurre con otras enfermedades, ya que aunque hay algún otro estudio registrado, en ningún caso se han publicado resultados que indiquen su eficacia teórica o efectividad real.
¿Pero me pasa algo si me lo tomo?
Los estudios disponibles sobre la potencial peligrosidad en humanos nos indican que los niveles que se utilizan para potabilizar agua son seguros y que no tienen ningún efecto sobre el cuerpo humano. Para determinar los posibles daños provocados por cantidades altas ingeridas nos tenemos que apoyar en estudios con animales, y en ese caso obtenemos diferentes valores dependiendo del efecto analizado. Puestos todos ellos en común, podemos extrapolar que la ingesta de más de 1 mg por kilogramo de peso al día puede suponer un problema, especialmente si se hace de forma continuada.
Los protocolos que se mueven por redes sociales indican cantidades muy variables y muy pocos tienen en cuenta el peso de la persona a tratar. Incluso teniéndolo en cuenta, la mayor parte de los protocolos indican que para curar enfermedades es necesario alcanzar ese nivel que ya sería tóxico, y en algunos casos se llega incluso a duplicar o triplicar. Tan solo los protocolos de mantenimiento se encuentran por debajo de ese nivel.
¿Qué me puede pasar?
Aunque sus promotores consideran que el dióxido de cloro llega al intestino intacto y ahí se libera el oxígeno que tendrá unos supuestos efectos beneficiosos, las reacciones en nuestro cuerpo son ligeramente diferentes. Tras ingerirlo, el dióxido de cloro reaccionará en nuestro estómago, en el que se encuentra un ambiente muy ácido. Concretamente se hidroxila, justamente por el pH ácido. Eso hará que se generen nuevas moléculas con cloro que son mucho más dañinas que el propio dióxido de cloro. Los primeros efectos serán de malestar, náuseas, diarrea, mareos… pero si no se suspende la ingesta se producirán fallos multiorgánicos que pueden ser fatales.
Existen numerosos casos de personas que han ingerido dióxido de cloro y han desarrollado problemas irreparables en sus órganos. Otras han parado la ingesta a tiempo y sí han podido curarse. Lamentablemente, en otros casos era demasiado tarde y han fallecido. Esto incluye a niños, cuyos padres creían estar curando cuando realmente los estaban matando. Aunque pueda dar mucha vergüenza cuando uno se percata de que lo han timado, es imprescindible denunciar para poder acabar con este tipo de pseudoterapias que ponen en peligro la salud de la gente.
¿Qué hago si un familiar lo consume?
Lo primero es tener mucha paciencia y no insultar a nadie. La persona que lo está tomando cree que está haciendo algo que está bien, y le han aportado datos (incorrectos o insuficientes) sobre los efectos beneficiosos. Lo único que podemos hacer es intentar razonar, desde el respeto, que tales pruebas no existen. Se escudarán en que no se permiten los ensayos por el monopolio de las farmacéuticas, pero que sí hay pruebas, y ahí es donde se puede intentar analizar con ellos esas pruebas para intentar que vean que no se sustentan.
Algunas personas se darán cuenta de que hay poco (o nulo) sustento, y en ese caso hay que enseñarles las pruebas de los posibles daños, antes de que digan que “pero mal no hace”. En aquellos casos en los que no se consiga hacer cambiar de opinión a la persona, entonces es imprescindible seguir ahí, atentos, porque antes o después pueden necesitar nuestra ayuda. Y si llegamos tarde, si ya hay daños, entonces debemos denunciar. Denunciar legalmente y denunciar también socialmente, para que se oigan las historias de aquellos que fueron engañados y que pusieron su vida en peligro por un timo. Esas historias pueden salvar muchas vidas.
Si queréis profundizar un poco más en la toxicidad del dióxido de cloro por otras vías o conocer todos los niveles que yo no he desarrollado en detalle, aquí os dejo el enlace al informe de toxicidad para que podáis analizarlo en detalle. También os dejo aquí el enlace a la lista de ensayos clínicos con dióxido de cloro.
Personalmente, lo que consumo que altera un poco mi pH es el café, pero en cantidades razonables. Puedes colaborar a mi ingesta para que siga escribiendo:
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