De fagos y alcohol

Hace muchos muchos años, cuando yo todavía tenía vida, solía venir por estos lares a comentar noticias varias científicas. Tras un tiempo en la sombra me he dado un golpe en la cabeza y he decidido retomar dicha actividad. Y para retomar esa actividad es imprescindible que lo haga hablando de fagos. Para ello, he elegido un artículo que fresco fresco no es, pero que cuando leí sobre su existencia despertó mi curiosidad, así que aquí os lo traigo.

Como no es muy fresco, seguro que muchos algo habréis leído por ahí hace un par de meses. Decían en las noticias que los fagos servían para curar los destrozos que el alcohol hacía en el hígado. A ver, curar curar no, así que que os agarren la cerveza, que no deberíais seguir bebiendo. Incluso yo hice alguna coña al respecto en Twitter, de que por eso yo estaba tan interesada en los fagos… pero vamos a ver de qué trata realmente el artículo y qué es lo que se ha descubierto.

Una de las consecuencias del consumo de alcohol (que todos sabemos ya que es malo) es la hepatitis alcohólica. Es una inflamación del hígado y se da en personas que beben mucho y de forma continuada. Normalmente aparece después del hígado graso y suele llevar por el camino de la cirrosis. Aunque se suelen intentar tratamientos, más allá de lo evidente (dejar de beber), no hay mucho que se pueda hacer para parar el avance, y la única solución efectiva es el trasplante, cosa difícil de conseguir a no ser que muestres una clara intención de aprovechar el hígado que te están dando y, por otra parte, muy difícil de conseguir, porque hígados no nos sobran.

Por cosas de estas que se investigan sin tener muy claro a dónde pueden llevar, se descubrió que las personas con hepatitis alcohólica tenían Enterococcus faecalis, una bacteria que está… en el intestino, y que identificaron en las heces. Vamos a ver cómo se conecta esto de una bacteria del intestino con el hígado.

De esta bacteria hay variedades, y lo que nos interesa ahora es que algunas sintetizan citolisinas. Las citolisinas son toxinas, y concretamente, para ser activas, necesitan la presencia de dos péptidos, dos pequeñas proteínas codificadas por dos genes (vaya, algo fácil de saber si la bacteria tiene o no tiene). Curiosamente, los pacientes que tenían la variedad de esta bacteria que generaba las citolisinas, se morían al poco tiempo. Pero vamos a ver, ¿el huevo o la gallina? Y más importante… ¿qué tienen que ver las proteínas de una bacteria con el hígado?

Por ahora, lo que tenemos es que los que se van a morir tienen las citolisinas estas, y esto ya es todo un avance, porque podemos usar su presencia como indicador de que la cosa está grave. Hasta el momento, parece ser la forma más eficaz de demostrar si la cosa es chunga o no. Y conste que son las citolisinas, porque la presencia de la bacteria o la cantidad de bacterias no dice nada, lo importante son las citolisinas!

Para saber qué leches hacen las citolisinas en el hígado, los investigadores fueron a mirar a ver qué le pasaba a ratones, porque con humanos no podemos investigar. Si a un ratón le daban alcohol pero no le daban la bacteria que generaba citolisinas, sobrevivía mucho mejor que uno con alcohol y con citolisinas. Las citolisinas solas no parecían hacer mucho, así que lo importante es la mezcla. ¿Por qué? Porque la presencia de etanol (alcohol vaya) provoca cambios en el intestino, que permiten que las citolisinas pasen al hígado. Ahí lo tenemos, ahora ya sabemos por qué van de un lado al otro. La microbiota intestinal de los ratones cambiaba poco, pero lo que sí se veía afectado era lo que iba al hígado.

Ahora que tenemos las citolisinas en el hígado, lo siguiente que queremos saber es qué hacen. Para eso, lo que hicieron fue cultivar hepatocitos (células del hígado) e incubarlas con las citolisinas. Como podéis suponer a estas alturas, las células morían, pero sólo si tenían las dos subunidades, porque os recuerdo que al principio dije que esto tenía dos proteínas, dos partes. Una sola no llegaba, tenían que ser las dos, que es lo que habría generado la bacteria. Aunque no viene a cuento en este trabajo, esto puede ser porque las citolisinas forman poros, lo que rompería la célula, y si la célula se rompe… se muere.

Por fin vamos a llegar a los fagos. Porque hasta ahora sólo sabemos cómo matar células del hígado. Pero si sabemos que las citolisinas las generan bacterias… ¿y si matamos esas bacterias? Y aquí entran los fagos. Los investigadores aislaron fagos que atacan de forma específica a E. faecalis y se los dieron a los ratones. Como el trabajo se ha publicado muy bien, os podéis imaginar el resultado: si se trata a los ratones con los fagos que atacan a E. faecalis, se generan menos citolisinas, llegan menos citolisinas al hígado, los ratones viven más. Además, el tratamiento no parece afectar ni a la absorción de alcohol ni a la microbiota de los ratones.

Por supuesto, todo esto ha sido en ratones. Pero ese es el comienzo. Ahora será necesario ver qué pasa en humanos y para eso hace falta un ensayo clínico. Como destacan en el artículo, esta es una forma de tratar una enfermedad que no es causada directamente por una bacteria (la mayor parte de tratamientos con fagos son para tratar infecciones bacterianas).

A mi el artículo me ha parecido muy interesante, pero al fin y al cabo veo que hay una solución mucho más sencilla: no beber alcohol. Pero eso no quita que sea un uso muy interesante y un tratamiento que puede llegar a ser muy importante. Quizá pronto veamos que el ensayo clínico empieza a reclutar…


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