Hace un tiempo, no recuerdo quien me recomendó este libro. Recuerdo que había un contexto detrás, que era porque yo hablaba de algún otro libro. El caso es que me lo apunté a la lista de pendientes y cuando surgió la oportunidad, un par de meses más tarde, me lo leí. Conexiones perdidas es un libro que vale la pena leer.
A simple vista puede dar una impresión errónea y que pensemos que es el tradicional libro de autoayuda, pero yo me lo apunté por confiar en el criterio del que lo recomendaba (seas quien seas, gracias por habérmelo recomendado, confié en ti e hice bien). Conexiones perdidas trata sobre la depresión de Johann Hari, el autor, pero al seguir su vida y sus análisis de su propia depresión, nos hace replantearnos otras muchas situaciones.
No es necesario estar deprimido para poder extrapolar ideas. En el propio texto ya nos queda claro que la ansiedad va ligada a la depresión y que los ataques de ansiedad ocurren pero hay muchas formas de minimizarlos y lidiar con ellos. Sí, una forma es el tratamiento farmacológico, pero eso no soluciona el problema, lo suprime mientras se buscan (o no) las bases de lo que puede hacer falta (o no) solucionar.
Busca ayuda cuando te haga falta
Hago una pausa en el comentario del libro para recordar que independientemente de la posible utilidad de las lecturas varias para entender la situación, ningún libro te va a dar las claves para superar la depresión o la ansiedad, o cualquier otra cosa. Si se empieza a notar que algo ha cambiado y que la situación va por el camino erróneo, hay que intentar a toda costa buscar ayuda de un profesional. Ya sé que eso en muchos casos cuesta dinero y que no todo el mundo se lo puede permitir, eso es una lucha que tenemos en paralelo los que creemos que la sanidad debe ser pública, universal, y cubrir el tratamiento psicológico. Mientras tanto, siempre se puede buscar alguna alternativa.
¿Recomendación?
En mi opinión no estoy especialmente a favor de aquellos tratamientos que bloquean síntomas sin tratar el problema. Opinión personal, no análisis científico de los hechos. Ya sea una depresión o una hipertensión. Si además hablamos de un tratamiento de por vida, pues todavía menos. Yo soy más de buscar un equilibrio y recurrir a los fármacos cuando ese fármaco va a solucionar (o disminuir) un problema. Y cuando eso lo hemos visto con un ensayo clínico. Pero es que además mucha gente no tiene acceso a esos fármacos, pero sí a otras opciones.
Repetimos muchas veces eso de que el ejercicio físico es antidepresivo. Y lo es, hormonalmente hablando, pero solemos prestar poca atención al análisis de sus efectos sobre una persona que ya tiene una depresión. Decimos que sienta bien salir a la naturaleza, pero… ¿lo aplicamos? Pensémoslo dos veces: el imaginario social nos dice que al amigo deprimido hay que llevárselo de copas. A la amiga de copas y/o helados de chocolate. No decimos que hay que salir a hacer una ruta de senderismo o subir al pico más cercano, pese a que (quizá) eso ayudaría más.
Si llegas hasta aquí y estás pensando sobre ello, sobre cómo puede afectar y cómo puede describir todo esto una persona que lo vive… entonces Conexiones perdidas es para ti. Se lee bien, es una historia personal, no un manual técnico. Y con lenguaje para todos los públicos, porque como es evidente, esto no es ni de lejos “de lo mío” y lo he entendido perfectamente.
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