Cerebro exiliado: razón aquí

No nos vamos, nos echan. Cuantas veces he leído eso… pues no. A mi nadie me ha echado, concretamente me he ido antes de darles oportunidad. Ni siquiera me molesté en buscar un trabajo en España. Tampoco creo que sea un cerebro fugado. Lo mío no ha sido fuga, lo mío es un exilio con todas las letras. Un exilio político y social.

Hoy me cabreaba mucho leyendo las noticias sobre el tema de la edad media de los investigadores del CSIC. Que son viejos dicen. Pues vaya sorpresa… pero si estamos todos fuera!! Ellos se lo han buscado. Mientras no cambien las cosas, los exiliados no queremos volver. Por supuesto, habrá quién vuelva por otras razones, pero por razones laborales… lo dudo.

Os voy a contar un poco mi situación, ya que ya van más de seis meses en el exilio y creo que ya he pasado el periodo de adaptación inicial. Para recordarme a mi misma, he releído el post que escribí hace unos tres años: Carta al Ministerio de Educación y demás familia. Me ha recordado perfectamente la razón de mi exilio.

Primero vamos al aspecto económico. Para cuando mi beca se estaba acabando, el ingreso mensual que percibía era de unos 900 euros. Comparando con la situación actual hasta parece que tenía que estar contenta, pues ahora parece que los becarios de media llegan malamente a los 800. Pero aquí la cosa ha cambiado, y mi sueldo se ha cuadruplicado. Sí, la vida en Suiza es más cara, eso es lo que dice todo el mundo, pero os puedo asegurar que no es cuatro veces más cara. Mi nivel de vida ha aumentado considerablemente y pese a ello ahorro y mucho. Todo hay que decirlo, la gente aquí también piensa que los científicos cobramos muy poco. Para que os situéis, por el piso sí pago cuatro veces más (aunque el piso no es ni remotamente comparable), pero un menú en la cafetería de la universidad me cuesta lo mismo que me costaba en España, y si fuese todavía predoc me costaría menos. Un predoc cobra aquí más del triple de lo que cobra en España. Hace tres años decía que si me pagaba unas clases de inglés no iba a llegar a fin de mes, pero ahora con lo que ahorro en un mes me voy a poder pagar las clases de alemán de los próximos dos años.

El aspecto social, que personalmente me importa incluso más que el económico. Aquí la gente te respeta. Eres científica y eso es algo importante. Haces algo muy importante para la sociedad. Se dirigen a mi como Frau Doktor y el hecho de ser científica casi te asegura conseguir cualquier cosa. Buscando piso en España casi lo esconderías, porque es señal de precariedad, pero aquí lo pones en letras bien grandes para asegurarte el alquiler. Un papel con tu nombre y el sello de una universidad va a misa. A la gente le interesa la ciencia, ves noticias de ciencia hasta en el 20 minutos.

El aspecto “los científicos españoles somos una mierda”. Esto se repite mucho. Que las universidades y la investigación en España son una mierda. Pues no. En general un español es muy bien recibido porque se asume que viene muy bien formado. Nuestros CV impresionan, y normalmente se preguntan cómo has conseguido hacer tantas cosas. Si supiesen las condiciones en las que hacíamos esas cosas se sorprenderían mucho más, porque no hay color entre la vida de un científico español y la vida de un científico suizo. Y no es sólo la impresión: con mi CV que tampoco es nada fuera de lo normal, he conseguido una beca europea. Mi jefe me tenía contratada pero me animó a pedir la beca, advirtiéndome que era muy difícil, porque se suelen dar unas 200 para todo Europa y cubren todos los campos. Tengo mi beca, estoy segura de que no soy la única española, y también estoy segura de que la inmensa mayoría de los españoles que han conseguido esa beca ahora o en años anteriores, no desarrollaban su investigación en España.

El día a día… en Suiza. Soy gallega, y como gallega no podía haber elegido otro destino para mi exilio. Tenía que ser Suiza, destino preferido por los gallegos. A ver qué gallego no tiene un familiar o amigo que esté o haya estado emigrado en Suiza… Y es visible. Vas por la calle de cualquier núcleo urbano de tamaño razonable y fácilmente encuentras un “Casa Manolo”, “Restaurante Novo” o incluso “Taberna Os Ancares”, casi tan comunes como en Galicia el bar Zurich, Berna o Los Alpes, por no hablar del archiconocido “Bar Suizo” que hasta la tele popularizó. Te mueves por las tiendas y ves en un escaparate una oferta de “D.O. Rías Baixas”, e incluso en el supermercado suizo (algo equivalente a Mercadona) encuentras con facilidad el estante de Estralla Galicia. Y vuelan. Yo estoy convencida de que si un sábado por la tarde me acercase a la Bundesplatz y allí me pusiese a cantar “Eu traio un cantar…” antes de que llegase a “mira Maruxiña mira…” ya seríamos veinte a grito pelado. Estás haciendo la compra y a tu lado escuchas un “carallo qué caro!”. Aquí levantas una piedra y salen 20 gallegos.

Claro que se echa de menos la tierra. A veces siento que mataría por una ración de raxo con patatas. Un buen pulpo á feira. Pero entonces ves las montañas y sabes que estás casi como en casa, e incluso puedes escuchar a veces a lo lejos, que desde una ventana sale el sonido de una gaita, y crees reconocer la Muiñeira de Chantada, y entonces sabes que no estás sola, que como tú mucha más gente está aquí, cada uno por sus razones, y te reafirmas en que al final, esta tierra tampoco está tan mal. Por algo es nuestra quinta provincia, tampoco íbamos a elegir algo que no diese la talla.

Mientras la situación no cambie, mientras a los científicos se nos desprecie, mientras el gobierno español no haga un esfuerzo por impulsar la ciencia, por acabar por ese envejecimiento del CSIC, porque tengamos sueldos dignos, porque se quiten los millones de trabas, la burocracia innecesaria, mientras no pueda volver para investigar y no para pasarme el día haciendo papeleo, mientras no pueda ir sin sentir que voy a explotar a mis predocs que no tienen ni para llegar a fin de mes… mientras todas esas cosas no ocurran, yo me quedo en Suiza.

Señores políticos. Los científicos españoles valemos mucho. Y todos estaríamos encantados de volver. Pero tenemos nuestras condiciones. Mientras esas condiciones no se cumplan, yo me quedo con mi Estrella Galicia, con mi telegaita por streaming, con esa sonrisa en los labios cada vez que escucho un acento gallego… pero en un país en el que no me desprecian.


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